sábado, 12 de noviembre de 2011

La cirugía plástica, ¿Es pecado? Un estudio a la luz de la Biblia y de la ciencia

“¡Pastor, me quiero enchular! ¿…Es pecado?” PARTE FINAL

1. “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada”. (Proverbios 31:30). Este versículo es el penúltimo de Proverbios y esta escrito en el contexto de la mujer virtuosa. Además es un poema acróstico que deja casi para el final el contraste entre la belleza y el temor a Jehová. En este poema del sabio Salomón donde elogia a la mujer virtuosa, se realzan muchísimas virtudes, numerosas de ellas puestas de lado cuando los hombres buscan esposa ¿Cuántos hombres han elegido a sus esposas por la fugaz hermosura en detrimento de cosas más importantes como; sabiduría, inteligencia, preocupación por la otra persona, previsión, hacendosa, respeto, cariñosa, espiritual? Para darse cuenta más tarde que el encanto y la belleza son pasajeras, superficiales. Sin embargo, la mujer que teme a Jehová deposita en su corazón la eterna y verdadera belleza. ¡Que manera más magistral para terminar Proverbios que al igual que su comienzo fue; el temor a Jehová!(1:7). La cirugía plástica cosmética que tiene como finalidad solamente la belleza, jamás podrá reemplazar a las cualidades expuestas que deben caracterizar a la mujer que sirve al Señor.

2. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:3,4). El realizarse una cirugía plástica cosmética como vanagloria personal es el mejor reflejo del egoísmo humano. La palabra vanagloria refleja muy bien este aspecto de engreimiento. Esta palabra viene del griego “kenós” que significa “vacío” y del griego “doxa” que significa “opinión”. Esta “vacía opinión” jamás promoverá la unidad ni en el hogar ni mucho menos en la iglesia. En contraste, con una persona que busca satisfacer su vanidad personal por medio de una cirugía que no necesita, Pablo utiliza en el versículo 7 la misma palabra “kenós” pero ahora en su forma verbal aoristo “ekenosen” para ilustrar lo que hizo Cristo cuando vino a este mundo, al “vaciarse” del uso de sus prerrogativas divinas. Este verbo aoristo que se junta con el participio aoristo “labon” (tomaba) indica que “el participio puede referirse a una acción simultánea con la del verbo principal, especialmente si el participio sigue al verbo”[1], quedando la mejor traducción de esta manera “pero se vació a si mismo, mientras tomaba”. Esta sencilla explicación describe la manera gloriosa en como Dios nos trata, él jamás pierde tiempo con sus hijos, ¡pero mira que nosotros si derrochamos tiempo precioso en miles de cosas vanas, y una de ellas, puede ser una cirugía que no nos urge! Esta excelsa grandeza que consistió en despojarse de toda su gloria y honra celestial cuánto debiera contrastar con el cristiano que busca no despojarse, sino “implantarse” injustificadamente ciertos atributos que no necesita y que con el tiempo volverá a perder ¿Por qué no mejor vaciarse del orgullo, de la vanidad, del engreimiento personal, de la altivez, de lo pasajero y momentáneo y enriquecerse de la humildad, sencillez y santidad y así poder llegar a tener ese mismo sentir?.

3. “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perla, ni vestidos costosos” (1 Timoteo 2:9). Podemos decir que éste versículo es el clásico para enseñar el principio de la conducta cristiana que debe caracterizar al verdadero hijo de Dios. El libro Creencias de los Adventistas del Séptimo Día en la página 333 señala, “creemos que los cristianos deben mantener una apariencia natural y saludable”[2]. Queda súper claro que Pablo aconseja a vestirse de la sencillez, la modestia y el decoro. Es muy revelador la palabra usada para “atavíen” ya que esta viene del griego “kosmeo” que significa arreglar, y que a su vez viene “cosmético”. El egocentrismo aniquila la sencillez y todo lo demás que es de buen gusto. Una cirugía debe mantener el espíritu del texto. No puede ser realizada por ostentación ni para aparentar. Debe ser hecha porque se amerita y justifica ante un problema real, aún así debe considerarse los gastos, y no que sean éstos una amenaza para el presupuesto familiar.

4. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Dios se interesa por tu problema. Si necesitas cambiar una deformidad física que te ha traído mucha tribulación, es primero a Dios a quien tienes que contarlo. Seguro que él lo que más quiere es tu felicidad. Pero si él entiende que un cambio te perjudicará y hará peligrar tu salvación, entonces es mejor “salvarse con una nariz chueca que irse al “infierno” con una nariz respingada”.

5. “Hay quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza”. (Proverbios 11:24). En la administración de los recursos confiados por Dios a sus hijos, el usarlo sabiamente requiere de una justa redistribución que satisfaga y cubra las necesidades del hogar y de lo que Dios requiere para su obra. Si una cirugía plastica cosmética pone en peligro los elementos básicos del hogar y conduce a la infidelidad de lo que es apartado para Dios, habria que preguntarse ¿es necesario hacerlo? La sabiduría para la administración es requerida por Dios y debe constituirse en un ejercicio que promueva la fe en él.

Estimados lectores como recapitulación final debemos saber que aunque las cirugías plásticas estéticas arreglen un problema disfuncional del cuerpo, con el tiempo estos desgastes volverán a suceder. Y los 5, 10 o 15 años que nos dure el encanto quirúrgico o inyectado hablaran para solo confirmar que todo lo que existe en esta tierra es perecedero, y que más importante es cultivar el ornato interior de un espíritu recto e íntegro delante de Dios.


[1]Roberto Hanna, Ayuda Gramatical Para El Estudio Del Nuevo Testamento Griego : Hanna, Roberto. (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 1993), 537.

[2] Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, p. 333. 1988.

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