jueves, 15 de mayo de 2008

¿Es correcta la expresión, “debemos hacer la obra del Señor para así apresurar su venida”?


Esta es la típica frase pronunciada entre el pueblo que sigue a Cristo, dicha (en el cual me incluyo) consiente o inconscientemente en múltiples formas para “incentivar” en la iglesia la obra misionera, despertar del letargo espiritual y concientizar sobre la inminente venida de Cristo. ¿Es correcto pronunciarla, cuando en cualquiera de sus formas, se conversa, estudia o predica? ¿Tendrá en la Biblia sustento? ¿Elena White dirá algo al respecto?

Desde que era pequeño, en las iglesias donde me tocó participar (fueron muchas ya que mi padre es pastor y todavía es de los pastores que es bastante trasladado) escuchaba la manoseada y polémica frase. Más tarde estudiando teología, escuchaba entre los alumnos y profesores este debate, así que por mucho tiempo he querido analizar este “asunto” para tener por lo menos , una respuesta más satisfactoria en lo personal hablando y que sirva también para todos aquellos que hacen “clik” en este blog.

(Quisiera hacer este paréntesis. Los trabajos para este blog, por la configuración permitida y por ser un vehículo más ligero de información, me he permitido no ahondar en lo “tan minucioso”, pero si dejar por lo menos ideas generales de cada tema tratado, reconociendo que tú, amigo que me acompañas, en la lectura, puedas tener una comprensión mayor de lo expuesto, lo cual agradecería grandemente con vuestro comentario. Ahora te invito a que podamos tratar juntos esta frase, que cuyos ecos siguen retumbando en nuestras conciencias y en las paredes de las iglesias).


La Biblia enseña que el verdadero dueño, administrador y distribuidor del tiempo no es el ser humano (aunque por supuesto, tenemos responsabilidad en el uso del tiempo), sino Dios (Génesis 21:2). El sabio Salomón dijo “todo tiene su tiempo debajo del sol” (tiempo permitido por Dios) (Eclesiastés 3:1). En Gálatas 4:4 se dice “Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo . . .” Cristo, en una alocución de su venida, en unas tres veces mencionó que “el día ni la hora lo saben ni aún los ángeles del cielo, sino solo su Padre” (en una de ellas, especialmente en Marcos 13: 32 agregó, “ni el hijo”, (una forma para resaltar la humanidad de Cristo que es limitada en el conocimiento, demostrando su igualdad al hombre en el uso de las capacidades)).

Al no tener una fecha de venida, pero si acontecimientos que van marcando temporalmente su cercanía, ¿puede alguien entonces decir, que podemos “apresurar” la venida si hacemos la obra que nos corresponde hacer? Claramente son dos cosas muy diferentes, el poner fecha, a decir “se puede apresurar su venida”. Sin embargo, en ambas, solo Cristo es soberano y determinante. Sería importante, analizar la palabra “apresurar” en el contexto del Antiguo y Nuevo Testamento.

La palabra “apresurar” es encontrada en más de 80 ocasiones en la Escrituras. Los términos originales que corresponden son “mahar” (hebreo) y “speudo” (griego). Ambos denotan “prisa”, “habilidad”, “celo”, “prontitud”, “dedicación”, “esfuerzo”, etc. En la cultura helénica, tenía una forma transitiva, “tener prisa para algo que viene adelante. Filón, renombrado filósofo judío, interpretaba el término como “algo que moralmente debe hacerse con prontitud”, era “dar un empujón ético”. Josefo, historiador judío veía más en el vocablo a parte de la “prisa”, la piedad y el gusto por hacer algo. Teólogos de la iglesia en el segundo siglo d. C veían también este término como “un sentido de preocupación sobre el conocimiento o conducta del derecho ( Hermas Visiones 3.1.2 o Ignatius Polycarp 3.2). Kittel, Gerhard,; Friedrich, Gerhard,; Bromiley, Geoffrey William,: El Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Los granes Rápidos, Mich. : W.B. Eerdmans, 1995, el c1985, S. 1069

De las más de 80 veces que aparece el término, en dos ocasiones tiene una relación muy cercana con el día del Señor. La primera en el libro de Sofonías, capitulo 1 y verso18 dice, “Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra.” Claramente en este texto, Sofonías hace referencia al castigo que viene sobre Judá tras la invasión babilónica. Pero aquí están mezcladas la profecía local con la escatológica, el presente que va a vivir el pueblo es, en la línea horizontal e histórica del tiempo, una sombra de lo que será el “Día grande de Jehová” (vers. 14), cuando los juicios de Dios caigan sobre el pueblo impenitente poco antes del segundo advenimiento de Cristo. Por lo visto, la expresión “apresurada” en este caso, no tiene nada que ver con la proclamación del mensaje, sino con la “destrucción que se avecina”.

El segundo ejemplo corresponde al libro de 2ª de Pedro, capítulo 3 y verso 11 y 12 “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡como no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios…”. Indudablemente, este ejemplo es lo más cercano que podamos tener en referencia al tema propuesto. Aquí se ve un "deseo ferviente de que venga el día del Señor", es algo que se espera con ansía y prontitud, pero, ¿muestra que ese deseo ferviente de que venga el día, acelere dicho día?.

Analizar la gramática, nos puede otorgar un poco más de luz. El vocablo “apresurándoos” como ya vimos, viene del griego “speudo”, aquí aparece como participio, que toma del verbo el tiempo (presente) y la voz (activa), y del sustantivo el caso (acusativo) el género (masculino) y el número (plural). Están mezclados la acción y el nombre, la acción en este caso es continuada o durativa en relación al verbo principal de la oración “dei” (deba). El verbo es modificado por el participio, o sea, “el deber del cristiano es “esperar” y “acelerar” la venida de Cristo “andando en santa y piadosa manera de vivir” (vers. 11). Por eso, este participio tiene un sentido transitivo ya que permite vislumbrar el alcance del verbo “deba”. La mejor manera de apresurar, acelerar y procurar la venida de Cristo, ¡es viviendo! Que habla más alto que lo que se dice. Solo manifestando ésta vivencia santa, el creyente puede dedicar todas sus energías en proclamar el evangelio, y en su corazón acelerar la tan anhelada venida, porque ya se está viviendo en esa perspectiva espiritual. Por ningún motivo se está hablando de un concepto de “cantidad/tiempo”, sino de calidad/vivencia.

Elena White, que escribió muchas citas al respecto, realzó esta idea, he aquí algunas de sus declaraciones.

Por mucho tiempo hemos estado mirando y esperando la venida del Señor; pero, ¿estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para apresurar su regreso? Review and Herald, 16 de mayo de 1893. 179

Cristo nos dice cuándo será introducido el día de su reino. No nos dice que todo el mundo será convertido, sino que "será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mat. 24: 14).


"Al dar el Evangelio al mundo, tenemos la posibilidad de apresurar la venida del día de Dios. Si la iglesia de Cristo hubiera llevado a cabo la obra señalada tal como el Señor lo mandó, todo el mundo ya hubiera sido amonestado y el Señor Jesús hubiera venido a la tierra en poder y gran gloria”. Review and Herald 13-11-1913.


“Jesús dijo, sin embargo, que antes de aquella venida "será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones". Su reino no vendrá hasta que las buenas nuevas de su gracia se hayan proclamado a toda la tierra. De ahí que, al entregarnos a Dios y ganar a otras almas para él, apresuramos la venida de su reino. Pero antes de esa venida Jesús dijo que "será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones". Su reino no vendrá hasta que las buenas nuevas de su gracia hayan sido llevadas a toda la tierra” (Review and Herald, 14 de noviembre, 1912)


"Largo tiempo ha esperado Dios que el espíritu de servicio se posesionara de la iglesia entera, de suerte que cada miembro trabajase por él según su capacidad. Cuando los miembros de la iglesia efectúen su labor señalada en los campos menesterosos de su país y del extranjero, en cumplimiento de la comisión evangélica, pronto será amonestado el mundo entero, y el Señor Jesús volverá a la tierra con poder y grande gloria. 'Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los gentiles; y entonces vendrá el fin' (Mat. 24: 14)."-Hechos de los Apóstoles, p. 81


“Dios "ha establecido un día en el cual juzgará al mundo" (Hech. 17: 31). Cristo nos dice cuándo ha de iniciarse ese día. No afirma que todo el mundo se convertirá, sino que "será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". Mediante la proclamación del Evangelio al mundo, está a nuestro alcance apresurar la venida de nuestro Señor. No sólo hemos de esperar la venida del día de Dios, sino apresurarla. (2 Ped. 3: 12. ) Si la iglesia de Cristo hubiese hecho su obra como el Señor le ordenaba, todo el mundo habría sido ya amonestado, y el Señor Jesús habría venido a nuestra tierra con poder y grande gloria”. Deseado de Todas las Gentes 587,588


“Mediante la proclamación del Evangelio al mundo, está a nuestro alcance apresurar la venida de nuestro Señor” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 572, Año 1898).
“Es privilegio de todo cristiano, no solamente esperar, sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su nombre estuvieran llevando frutos para su gloria, cuán rápidamente todo el mundo sería sembrado con la simiente del Evangelio. Pronto la última cosecha sería levantada, y Cristo vendría para reunir el precioso grano” (Testimonies, tomo 8, págs. 22, 23. Año 1904).


[La venida del Señor] no demorará más que el tiempo que tome la tarea de presentar el mensaje a toda nación, lengua y pueblo. (Review and Herald, 18 de junio, 1901).
“Los que piensan en el resultado de apresurar o impedir la proclamación del Evangelio, lo hacen con relación a sí mismos y al mundo; pocos lo hacen con relación a Dios”. LA EDUCACION 263


“Tenemos sólo un breve tiempo para apresurar la guerra; entonces vendrá Cristo, y esta escena de rebelión terminará. Entonces ya habremos realizado Vuestros últimos esfuerzos para trabajar junto con Cristo en el avance de su reino”. (Review and Herald 25 de octubre de 1881.)


CITA DEL COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA, T. 4, p, 645, 646


Es verdad que Cristo no ha venido tan pronto como, al principio, lo esperó su pueblo remanente, basándose en la profecía cumplida. Repetidas veces se ha afirmado que Cristo podría haber venido antes (DTG 587-588; CS 511; 3JT 72; 8T 115-116; 3JT 297). La razón de la demora se explica en las siguientes palabras: "La larga noche de tinieblas es penosa, pero la mañana es postergada por misericordia, porque si el Señor viniera, muchos serían hallados desapercibidos. El deseo de Dios de que su pueblo no perezca ha sido la razón de tan larga demora" (Ev 503). Esto armoniza con lo que el apóstol afirma en 2 Ped. 3: 9. El mismo autor añade que es deber del cristiano apresurar la venida de Jesús (vers. 12). El comentario inspirado respecto de este asunto dice así: "Es privilegio de todo cristiano no sólo esperar sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo" (3JT 212).


Algún día llegará el momento cuando el tiempo ya no se prolongará más. "[La venida del Señor] no demorará más que el tiempo que tome la tarea de presentar el mensaje a toda nación, lengua y pueblo" (Ev 505). Cuando Dios crea que ha llegado el momento apropiado, hará que sucedan acontecimientos que precipitarán el fin "más pronto de lo que los hombres esperan" (CS 689).


Sin embargo, no puede saberse el tiempo preciso de su venida. Tampoco deberían los hombres conjeturar en cuanto al momento exacto en que ocurrirá. Las siguientes palabras representan un excelente consejo: "No podréis decir que habrá de venir dentro de un año, o de dos, o de cinco; tampoco habréis de postergar su venida afirmando que posiblemente transcurran aún diez o veinte años. El pueblo de Dios tiene el deber de que sus lámparas estén preparadas y ardiendo, de ser como quienes aguardan al novio cuando éste vuelva de las bodas" (EGW RH 22-3-1892).


Como conclusión final, podemos concretar que todo el argumento bíblico expuesto más las citas de Elena White, hace evidente que la pregunta inicial ¿Es correcta la expresión, “debemos hacer la obra del Señor para así apresurar su venida”? se pueda contestar como “SI”, lo único que quedará será agregar; “Hermano/a”, ¿Puede explicar Usted que quiere decir, cuando dice tal afirmación?, depende de la respuesta, se podrá asentir o decir, “¿Le parece escuchar una segunda opinión?.

miércoles, 14 de mayo de 2008

¡RESULTADO DE LA ENCUESTA!

Este fue el resultado final en la encuesta Murciélago (1 voto) Teofanía (3 votos) Póstigo (o voto) Leona (1 voto) Mundano (1 voto) La palabra que no aparece en la Biblia es "Teofanía" Murciélago (aparece 3 veces, Levíticos 11:19; Deuteronomio 14:18; Isaías 2:20 ) Póstigo (aparece 1 vez, 2ª Reyes 11:6) leona (aparece 6 veces, Números 24:9; Job 4:11; Isaías 30:6; Ezequiel 19:2; Nahum 2:11, 2:12) Mundano (aparece 2 veces, Salmo 17:14; Tito 2:12)

martes, 13 de mayo de 2008

ACLARACIONES A LAS CITAS DE ELLEN G. WHITE.


Conceptos científicos supuestamente disparatados e incluso gravemente inmorales. (PARTE II)

B. Afirmó que el profeta Enoc habitó en Júpiter o Saturno, junto con otros seres (Early Writings, pp. 39, 40).

En esta cita, el planeta Jupiter o Saturno no a aparecen. Además, EGW no utiliza la palabra “Saturno” en ninguno de sus escritos. L utilización de “Jupiter” solo aparece en relación al Panteón griego, y en el contexto de las visitas de Pablo a estas regiones en donde se le confundió a él junto a Bernabé como dioses.

EGW relata lo que a ella se le mostró en visión simplemente. En relación a la mención de un planeta con siete lunas, por parte de EGW, Júpiter tiene 60 satélites o lunas, y Saturno posee 31 hasta donde se conoce (Los astrónomos han descubierto recientemente otras lunas en nuestro Sistema Solar. Scott Sheppard y David Jewitt, de la Universidad de Hawaii, y Jan Kleyna de la Universidad de Cambridge anunciaron el descubrimiento de ocho nuevas lunas en Júpiter y Saturno. Hasta la fecha, Júpiter tiene 60 lunas, y Saturno 31 lunas. Las nuevas lunas fueron descubiertas usando telescopios en la cima del volcán Mauna Kea en Hawaii). Por lo tanto si el autor esta relacionando este mundo de siete lunas con cualquiera de los dos planetas mencionado, esta equivocado. Además, Enoc no moraba allí, sino, como el mismo lo dice “…Le pregunté si aquel era el lugar adonde lo habían transportado…desde la tierra. Él me respondió: “No es éste: Mi morada es la ciudad, y he venido a visitar este sitio”. Andaba por allí como si estuviese en su casa (Primeros Escritos, p. 40).

La base bíblica de la traslación de Enoc es innegable (Génesis 5:24). La Biblia sostiene que Enoc no vio la muerte pues Dios le llevó. Esto no limita en donde tenga que estar “confinado”, sino que también podrí hacerse presente en otros lugares tal como lo hizo Elías y Moisés en la transfiguración, trasladándose del cielo hacia la tierra. Queda abierta la posibilidad de que Enoc conociera otros mundos como lo plantea la cita.

lunes, 12 de mayo de 2008

Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan. Salmo 37:25


En 1994, el genial fotógrafo documentalista sudanés Kevin Carter ganó el premio Pulitzer de fotoperiodismo con una fotografía tomada en la región de Ayod (una pequeña aldea en Sudan), que recorrió el mundo entero. En la imagen puede verse la figura esquelética de una pequeña niña, totalmente desnutrida, recostándose sobre la tierra, agotada por el hambre, y a punto de morir, mientras que en un segundo plano, la figura negra expectante de un buitre se encuentra acechando y esperando el momento preciso de la muerte de la niña.Al recibir el premio, Carter declaró que aborrecía esa fotografía: “Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla. La odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”. Cuatro meses después, abrumado por la culpa y conducido por una fuerte dependencia a las drogas, Kevin Carter se quitó la vida.

Estas son de las cosas tan terribles que suceden en nuestro mundo, y que llegan a partir el corazón, aún cuando el tiempo y el espacio se hayan interpuesto. Cuando David escribió el Salmo 37, muchos niños también morían de hambre como mueren hoy, otros eran sacrificados por fuego a diferentes divinidades, que exigían su sangre. En los sitios a las ciudades, muchas veces por falta de alimento, las personas se comian unas a otras y especialmente a los más pequeños, como se puede corroborar en la misma Escritura en 2ª Reyes 7:28 y 29.

En este Salmo Acróstico que tiene un fin didáctico, David plantea un tema que, desde que existe el pecado, no ha tenido una total y satisfactoria respuesta a los ¡tantos “¿Por qué? de la humanidad”!. ¿Por qué existe el sufrimiento?, ¿Los justos, no deben pasar también sufrimiento?, ¿El hambre debería cobrar víctimas entre los justos?, y muchas más.


En el Salmo citado, el autor arguye que los justos prosperarán y en su defecto el impío será destruido, y en el versículo 25 subraya que “ninguna descendencia de los justos mendigará pan, ni habrá justo desamparado”. Al revisar en la Biblia la vida de tantos justos, y su paso por la vida, ¿Podemos aceptar el texto tan literalmente?, ¿Cómo explicar a la luz del versículo en discusión, el caso de Abel, Isaías, Juan el Bautista, Esteban, los apóstoles, los millares de cristianos que en todas las épocas pasaron penurias, sufrieron y sufren persecución y muerte? ¿Qué quiso decir David entonces con estas palabras? .

Para comprender el texto, es imprescindible el aporte de la poesía hebrea, que es la forma literaria en que están compuestos la mayoría de los salmos. la forma más común en la que se da ésta es través del paralelismo, recurso en ella más notable, pero que viene en tres maneras diferentes. El paralelismo de sinonimia (expresa dos veces las misma idea con palabras diferentes); el paralelismo antitético o contrastado (se contrastan dos ideas o dos imágenes poéticas) y el paralelismo sintético (la 2º línea o hemistiquio termina de completar la idea planteada en el 1º hemistiquio). Aquí el texto 25 se clasifica como de paralelismo sintético, el hemistiquio 2º “Ni su descendencia que mendigue pan” completa y refuerza una nueva idea anunciada parcialmente en el 1º hemistiquio “Y no he visto justo desamparado”.

Siguiendo el esquema literario (que es decisivo para el análisis e interpretación del tema teológico) la idea clave es que, los justos tendrán asistencia en los momentos de necesidad, ésta asistencia más allá de los atributos “materialista y alimenticio del pan” no es una preservación y disfrute de los bienes “mundanos”, pues la lealtad a Dios no condiciona la permanente prosperidad, pues el creyente llega a contemplar y desear más los beneficios eternos que traspasan los límites terrenales. Aunque lleguen a gozar de privaciones, Dios nunca los abandonará.

El termino “desamparado” es un participio verbal en la voz pasiva y simple de niphal, aquí muestra una acción continuada, que ha visto los efectos de los cuidados de Dios en el pasado en el pasado, pero que por la fe también se proyectarán en el futuro en las nuevas generaciones. El justo sabe que su caso esta en “buenas manos”, por eso espera confiado la retribución presente y final. En un agudo constraste con “mendigue” pan, que es un participio con la voz activa e intensa y causativa de “piel”, el justo sabe que Dios provee según su real necesidad, por eso aquí el tema que da seguridad al cree en Dios no es si tendrá pan o no, él sabe que ese tema esta garantizado por Dios. La intensidad del pasaje en su parte final “ni su descendencia que mendigue pan” dejan claramente que el hijo de Dios tendrá su pan físico y “espiritual”, ninguno de ellos faltarán a su mesa, es la tendencia “causativa” de ser justo.

domingo, 11 de mayo de 2008

Las imágenes, ¿Es correcto tenerlas, venerarlas o adorarlas? Parte IV

Le invito a leer la última parte de esta serie, y haga Usted sus propias conclusiones.

“Dios nunca puede ser representado, porque él no puede ser dominado por el espacio, materia ni tiempo, tratar de representarlo es intentar achicarlo”, esto fue lo último del segmento III, y aclaro ahora “desheredarle de sus atributos divinos”. Esto yo lo puedo entender ahora, a siglos de distancia de cuando se inició el debate. Pero en esos momentos de antaño, la iglesia estaba en el “fuego cruzado” de la controversial polémica, era testigo desde el primer siglo, que la imagen era un elemento “pagano”, pero que estaba ganando terreno y su presencia era reconocida por el ”libro de los incultos” ya que educaba a cristianos analfabetos y “sordos” al latín, San Gregorio llamaba a las imágenes “ La Biblia de los pobres y de los ignorantes”; San Basilio decía “la pintura, es decir, las imágenes, hacen visible, a través de la imitación, cuanto el discurso manifiesta a través del oído”, el fue uno de los que sugirió que las basílicas estuviesen pintadas con imágenes bíblicas; San Nilo aconseja al emperador Olimpiodoro que, en vez de pinturas simplemente ornamentales de animales y plantas, pinte escenas del Antiguo y Nuevo Testamento que sean aptas, a la vez, para instruir a los analfabetos y para transmitirles deseos del cielo. Al mismo tiempo que se empieza a amonestar contra el uso indebido de las imágenes, se reconoce el valor de las mismas.

De pocas evidencias al principio de su uso, ahora, cada vez son más numerosas. Muchos historiadores ven en la cruz, el primer símbolo de “adoración de imágenes”. Aurelius Prudentius Clemens, gran profesor de retórica y considerado uno de los más grandes poetas de la antigüedad, que abrazó el cristianismo en sus últimos años de vida, hacía referencia a la cruz que los emperadores llevan sobre la corona (Apotheosis 448); y Teodoreto de Ciro, teólogo antioqueno habla de la veneración del signo, no de la reliquia de la cruz (Graec. Af. Curatio IV). Pero todos los testimonios de imágenes pintadas, de este tiempo, se refieren más al uso que al culto.

En los años finales del siglo VI, el obispo de Neápolis, Leoncio, en una apología a favor de los cristianos, defiende a éstos de los Judíos, que tenían por idólatras a los cristianos por el culto que tributaban a las imágenes; y él fue quien trazó las primeras líneas de una teología del culto a la cruz y a las imágenes (Discurso 50). Ya habíamos visto en la parte I de esta serie que el papa Gregorio amonesta a Sereno, obispo de Marsella, el cual había destruido algunas imágenes por miedo a que el pueblo cayese en la idolatría.

Los iconos eran cada vez más numerosos, muchos como ya hemos visto se levantaban en contra de éstos, Constantino de Nacoeo, el metropolita Tomás de Claudiópolis, y el también metropolita Teodoro de Éfeso, mucho antes de que brotase la contienda del iconoclasmo estos obispos ya habían pedido al patriarca Germán de Constantinopla, no sólo que moderara, sino incluso que reprimiera el culto a las imágenes.

Pero el problema estalla cuando el emperador bizantino León III (680-741) manda a derribar una estatua de Cristo que era muy venerada en Constantinopla, los motivos de éste acto, no están claros del todo. León decretó una serie de edictos contra el culto de las imágenes (726-729). Esta prohibición de una costumbre, que sin duda había dado lugar a todo tipo de abusos, parece haber estado inspirada por un deseo genuino de mejorar la moral pública, y obtuvo el apoyo de la aristocracia oficial y de un sector del clero. Pero una gran mayoría de los teólogos y casi todos los monjes se opusieron a estas medidas con firme hostilidad, y en el occidente del Imperio el pueblo rechazó obedecer el edicto.

Juan de Damasco, conocido como Damasceno, fue el más ferviente defensor de los íconos, formula una teología de las imágenes, decía “Si es imposible representar a Dios, puro espíritu, esta permitido representar a Cristo, la Theotokos, los santos que tuvieron forma humana”, para este obispo era muy legítimo rendir culto a las imágenes, que eran símbolos de la realidad, pero evitando todo los excesos que pudiera llevar a la idolatría, solo contentarse con la veneración. Su concepto se podría ver de esta manera “Dios, en Cristo, nos ha dado su imagen. Negarse a representar a Cristo equivaldría a negar su humanidad. Si Cristo fue hombre, es posible representarle”.

También tuvo estas declaraciones que nos refuerzan más su teología de las imágenes “Hubo un tiempo en que no se hacía imagen alguna de Dios, dado que él existe sin cuerpo ni figura. Ahora, en cambio, después de haberse manifestado en la carne y de haber vivido con los hombres, hago objeto de imagen cuanto de Dios es visible. No adoro la materia, sino al creador de la materia... No dejaré de honrar la materia que sirvió de instrumento para procurarme la salvación”. Según san Juan Damasceno, las imágenes perpetúan de algún modo la potencia divina, presente en los santos cuando estos vivían en la tierra: "Durante la vida, los santos estaban llenos del Espíritu Santo, y en la muerte, la gracia del Espíritu Santo perdura inseparable en sus almas, en sus cuerpos, en los sepulcros y en las santas imágenes que los representan, no, por cierto, en el plano de la esencia, sino en aquel de la gracia y de la acción" Orat I.

Años más tarde, cuando Constantino V (del 718-775) era el emperador, manifestó una postura aún más firme que su padre el emperador León III. Quería prohibir el culto de los santos y además condenaba el culto a la Virgen (que según no era la madre de Dios). Convoca un concilio ecuménico en el año 754 para obtener una condena solemne de las imágenes, asisten 300 obispos, pero no asisten representantes de los patriarcas y del papa. El concilio dura seis meses lleno de intensos debates, donde oficialmente se condena el culto a las imágenes y se prohíbe la fabricación de los íconos.

Pero los iconófilos no serían solamente rebeldes a los edictos, sino también a la iglesia, suscitándose una persecución en su contra, se destruyen los iconos, las reliquias, iglesias fueron trasformadas en cuarteles, baños; se persiguen a los monjes, se les aplica torturas y muerte, se cierran monasterios donde miles de monjes se refugiaron en Italia.
En el año 780, la emperatriz Irene (regente durante la minoría de edad de su hijo Constantino IV (780-790), la cual había permanecido fiel, aunque en secreto, al culto de las imágenes) cambió la política imperial con respecto a las imágenes. Ella nombra a Tarasio, su antiguo secretario como patriarca de Constantinopla y convoca junto al papa Adriano I (que no fue pero envió a sus delegados como muchas veces hacía Pedro, arcipreste de la basílica de San Pedro, y el abad Pedro, del monasterio de San Sabas) el Séptimo Concilio Ecuménico en Nicea en el año 787 (el año anterior la emperatriz había citado un concilio en la iglesia de los santos apóstoles de Constantinopla, donde se había confirmado la asistencia de los patriarcas de Alejandría Antioquia y Jerusalén y también del papa Adriano I, pero tuvo que suspenderse porque el ejercito se oponía).

Irene y su hijo Constantino IV, firmaron las actas del concilio, en las que figura el siguiente decreto dogmático que había sido aprobado en la sesión VI (13.10.787): "Siguiendo el camino real, fieles al magisterio divinamente inspirado de nuestros Santos Padres y a la tradición de la Iglesia católica, pues la reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella, definimos con todo esmero y diligencia que, como la de la preciosa y edificante Cruz, así también hay que exhibir las venerables y santas imágenes, tanto las de colores como las de mosaicos o de otras materias convenientes, en las santas iglesias de Dios, en los vasos y vestidos sagrados y en los muros y tablas, en las casas y en los caminos; a saber, tanto la imagen de Nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, como la de nuestra Inmaculada Señora, la Santa Madre de Dios, y las de los honorables ángeles y de todos los santos y piadosos varones.
Porque cuanto más se las contempla en una reproducción figurada, tanto más los que las miran se sienten estimulados al recuerdo y afición de los representados, a besarlas y a rendirles el homenaje de la veneración (Proskinesis timetiké), aunque sin testificarle adoración (latría), la cual compete sólo a la naturaleza divina: de manera que a ellas (las imágenes) como a la figura de la preciosa y vivificante Cruz, a los santos evangelios y a las demás ofrendas sagradas, les corresponde el honor del incienso y de las luces, según la piadosa costumbre de los mayores, ya que el honor tributado a la imagen se refiere al representado en ella, y quien venera una imagen venera en ella a la persona representada"
(Denzinger 600-601).

Este concilio restauró el uso de las imágenes en las iglesias, pero si aclaró que las mismas no eran dignas de adoración que solo es debida a Dios (gr. latría), sino de una adoración inferior o veneración (gr. dulía). Aparentemente el éxito de este concilio restableció las relaciones con la iglesia en occidente.

El tema de las imágenes seguía dando que hablar. En la iglesia de occidente, dirigida por el obispo de Roma, donde se había aprobado el uso de las imágenes, un concilio muy numeroso en Frankfort, Francia, donde asisten trescientos obispos mayormente españoles, franceses y alemanes en el año 794 prohíbe la veneración de las imágenes. Derogando solemnemente las decisiones del segundo concilio de Nicea que se había pronunciado a favor de la veneración de las imágenes.

Otro concilio mas en el año 842, en París, se declara en contra de las decisiones del segundo concilio de Nicea, pero con más moderación ya que las imágenes fueron oficialmente restauradas y hasta el día de hoy todas las iglesias de origen bizantino celebran esa ocasión en la “Fiesta de la Ortodoxia”. Después del año 843, en la posición griega de la iglesia, los iconos se habían limitado a cuadros. Pero el culto de las imágenes se estableció permanentemente en la vida y culto de la Iglesia Católica Romana y en la Iglesia Griega Ortodoxa.
Después de la victoria del culto a las imágenes, un sínodo de Constantinopla (860) sentenció en el siguiente decreto: "Lo que el Evangelio nos dice con palabras, el icono lo hace con colores y lo hace presente". Podemos decir que el Concilio Niceno II (787) acalló definitivamente todas las voces contrarias al culto de las imágenes; pero no logró acabar con las de otros movimientos, por ejemplo los paulicianos, los cuales encontrarán bastantes adeptos en la Edad Media, tales como Pedro y Enrique de Bruys, y posteriormente Wyclif, Juan Hus y los reformadores protestantes, en general, y muy especialmente Calvino. Nuevamente la iglesia se pronunció contra todos ellos en el Concilio de Trento (1545-1563) donde proclama de nuevo la legitimidad del culto a las imágenes.
Hoy en día el culto a las imágenes prosigue, pero unida a una vida con una mentalidad un poco más materialista, puesto los ojos en lo que tienen hoy que en lo que se le prometió mañana (asunto que el papa actual Bnedicto XVI reconoce cuando visitó a los Estados Unidos en abril de este año 2008 y declaró en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, D.C. el Miércoles 16 de abril de 2008 “LA CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS Y ENCUENTRO CON LOS OBISPOS DE ESTADOS UNIDOS “Para una sociedad rica, un nuevo obstáculo para un encuentro con el Dios vivo está en la sutil influencia del materialismo, que por desgracia puede centrar muy fácilmente la atención sobre el “cien veces más” prometido por Dios en esta vida, a cambio de la vida eterna que promete para el futuro (Mc 10,30). Las personas necesitan hoy ser llamadas de nuevo al objetivo último de su existencia. Necesitan reconocer que en su interior hay una profunda sed de Dios. Necesitan tener la oportunidad de enriquecerse del pozo de su amor infinito. Es fácil ser atraídas por las posibilidades casi ilimitadas que la ciencia y la técnica nos ofrecen; es fácil cometer el error de creer que se puede conseguir con nuestros propios esfuerzos saciar las necesidades más profundas. Ésta es una ilusión. Sin Dios, el cual nos da lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar”).
Estos objetos y cuadros, se mueven en unos como obras admiradas por su antigüedad y trabajo artístico, y en otros, como “oración de fe”, el daño nocivo y letal se produce cualesquiera sea la motivación para tenerla, venerarla o adorarla. Por lo que las palabras de Erasmo de Rotterdam finiquitan con claridad el daño “Nadie que se postre delante una imagen o la mire intencionalmente puede estar libre de una especie de superstición; y no solo de esto, sino con que solamente ore ante una imagen”. En mi opinión supeditada a la Escritura, después de revisar un poco la historia y reconociendo que este trabajo es solo un extracto de esta lucha iconoclasta, puedo decir con toda autoridad que “las imágenes no son para los creyentes una ayuda y no deberían ser tenidas, veneradas y adoradas, el creyente se relaciona con Dios por la fe, ¡yo no necesito ver para creer, sino creer para ver!”. ¡El último Concilio Teológico dará fe de ello!