lunes, 2 de noviembre de 2015

Ben Carson, La política, La Iglesia Adventista, La Biblia, Elena White, y algo más…

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La carrera por el sillón presidencial en los Estados Unidos de América ha comenzado con mucho revuelo, no se si tanto para los interesados en el tema, pero sí, y mucho, para los miembros de la Iglesia Adventista que se preguntan a diario ¿qué pasaría si un adventista gana la presidencia en los Estados Unidos? ¿Dónde queda entonces Estados Unidos en la profecía? Bueno, la verdad que no se sabrá si Carson que aventaja a su contrincante más cercano por 14% en Iowa, y un 5 % según un sondeo de la NBC y Wall Street  Journal en el electorado republicano nacional, estaría disputando “la final” de su partido y menos si llega a ser presidente.

De a poco los medios ya empiezan a sacar su relación con la Iglesia Adventista, pero no ha sido más mediático como lo fue en su momento el candidato republicano Mitt Romney, quien era activo miembro de la iglesia Mormón. Por lo que para el mundo, Carson y la iglesia, no es de tan relevancia como lo fue Romney, mormón o Kennedy, católico, sí lo es para la Iglesia Adventista, pues uno de sus hijos ilustres (para la hermandad) pulula en la política y luce ganador.

¿Quiere decir que estos pasos de Carson pudiera cambiar o afinar los delineamientos que tiene la Iglesia Adventista sobre la política? Definitivamente No. El Manual de Iglesia enseña que “todo lo que sea de naturaleza política deba evitarse” (p. 107), y aunque esto está en el contexto de la Comisión de Nombramiento de una iglesia local, el principio de no “candidatearse para ganar adeptos” sirve y se aplica para cualquier cosa. Ahora, cada miembro de iglesia debiera cumplir con su deber cívico de ir a las urnas y dar el voto a quien quiera, pues tiene que “dar a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios”, pero la iglesia como organización, que no sirve de conciencia a sus miembros en este y en ningún otro tema, si se opone abiertamente a servir de tribuna para la política.

Sin embargo, lo que podría malinterpretarse, es que un presidente “adventista” promueva la unión del Estado y la Iglesia para acercar a ambos y de esta manera socavar la libertad religiosa y así acelerar lo que proféticamente como pueblo esperamos. Pero eso, que podría no ser la intención del candidato, es un supuesto del cual nadie puede precisar. O como alguien pueda opinar, utilizar su presidencia para llevar a la Iglesia Adventista a donde nunca ha llegado, y al igual que José y la reina Esther, servir de “salvadores” del pueblo. Pero, un candidato, como Carson, que ha tenido declaraciones controversiales sobre la creación de la tierra y sobre la unión civil homosexual, y que además mencione e inste a centrarse en Dios más que en una denominación específica, cosa que es cierta pero también esquiva, difícilmente sean las posturas de la iglesia adventista el referente.

Desconocemos que pasará con estas elecciones, ni creo que debería importar, porque a menos que olvidemos lo hecho por Dios en el pasado, el presente y el futuro deberían ser promisorios para el hijo de Dios. No debemos sacar conclusiones anticipadas, observemos los acontecimientos velando y orando. Y Aunque la política y la religión se hayan cruzado en el camino, y se sigan cruzando, lo que es de Dios permanecerá, por eso Cristo dijo “mi reino no es de este mundo”. No necesito hacer una exégesis para interpretar este texto, es clarísimo la intención espiritual de este reino. Jesús instaurará un reino físico, literal, pero, no ahora que él no está presente, por eso dejó primero el reino espiritual, en él iba a pesar a cada candidato, éste reino evalúa y mide el carácter, única condición que se traspasará al reino físico.

El reino literal será establecido cuando él, de manera definitiva, se asiente y gobierne sobre su pueblo donde “todo ojo le verá”. Si Jesús hubiese establecido un reino terrenal, pasaría lo que pasa con los líderes y seguidores de antaño y actual, éstos lucharían por los primeros. Se opacaría lo espiritual por lo material. La gente de hoy siguen conductas materialistas, ideas y consignas y se apegan a la “bandera” más atractiva, la que puede darle un mejor presente en esta tierra y la que supuestamente puede cambiar el estado actual de las cosas para un mundo mejor. Pero las intenciones de Jesús nunca son las de quedarnos en Egipto, aún cuando aparentemente se vea abundancia, cosas lindas y buenas que nos arrimen a quedarnos más tiempo. La intención de Jesús es que se culmine su obra para poder llevar a su pueblo a gozar de lo que él está preparando, e incluso por un tiempo, porque después volveremos a la tierra renovada desde donde viviremos la eternidad junto a la divinidad. La tierra nueva será el corazón del gobierno de Dios.

Elena White en su tiempo comentó sobre política, sobre los presidentes de Estados Unidos, de la Guerra Civil Norteamericana, entre otros. En 1881 dijo “Cada persona ejerce una influencia en la sociedad. En nuestro favorecido país, cada votante tiene voz para determinar qué leyes regirán la nación. ¿No deben esa influencia y ese voto ser echados del lado de la temperancia y de la virtud?” (RH, 8 nov.). Este pasaje, al mirarlo rápidamente parece ambiguo, sin embargo, recoge la importancia de la temperancia como elemento desmoralizador que pudiera frenar al mundo de sus vicios por las bebidas embriagantes que consumen, eso estaba pasando en su época. Aquí se está hablando de temperancia, pero no quita la importancia al derecho cívico de sufragar porque tenemos responsabilidades hacia el estado.

Como iglesia debemos enseñar y comunicar sobre esto, pero no abanderarnos y promover de manera pública a un candidato, aunque sea de “nuestra fe” ya sea de nuestros púlpitos, en nuestras reuniones, capacitaciones, eventos, etc., podemos orientar, pero cada hermanos debe tomar la decisión. Ben Carson en las manos de Dios puede llegar a ser lo mismo como cuando consagró sus manos para salvar vidas.  Como neurocirujano ha recibido los máximos honores, más de 50 honoris causa en muchas universidades, ha salvado vidas. Como futuro presidente, puesto en las manos de Dios podría hacer más por su nación, por su iglesia y por su vida. Dios le de sabiduría y entendimiento, porque “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino”?


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella




Como reflexión…

“Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia , cuya herida mortal fue sanada” Apocalipsis 13.12


Como bien dice el Comentario Bíblico Adventista, T.7, p, 835 para que la segunda bestia ejerza TODA la autoridad de la primera bestia, tendrá que entrar en el campo de la religión. Este paso por parte de los Estados Unidos de Norteamérica significará que renuncia completamente a su política actual de conceder plena libertad religiosa a sus ciudadanos. Y este cambio se presentará de manera inofensiva, pues garantizando que se establezcan leyes estrictas en relación a la observancia del domingo hará que se mejoren los principios morales de la sociedad. La institución del domingo es fruto del papado, pero su imposición bajo amenazas de sanciones económicas y de muerte vendrían por el poder de Estados Unidos. 

Les invito a presenciar un breve recorrido…sin la dureza del fanatismo ni la frialdad de la indiferencia… de algunos acontecimientos acaecidos este año que van indicando que el tiempo crucial en el que nos encontramos. No se cuando Cristo viene…pero el que ha de venir vendrá y no tardará.

sábado, 26 de septiembre de 2015

“Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia”




“Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” esto que menciona Juan está en relación a la herida de la bestia que fue sanada. Elena White menciona en el capítulo 36 titulado “La libertad de conciencia amenazada” del libro Conflicto de los Siglos “Roma está aumentando sigilosamente su poder. Sus doctrinas están ejerciendo su influencia en las cámaras legislativas, en las iglesias y en los corazones de los hombres… Está acumulando ocultamente sus fuerzas y sin despertar sospechas para alcanzar sus propios fines y para dar el golpe en su debido tiempo. Todo lo que Roma desea es asegurarse alguna ventaja, y ésta ya le ha sido concedida. Pronto veremos y palparemos los propósitos del romanismo. Cualquiera que crea u obedezca a la Palabra de Dios incurrirá en oprobio y persecución.”.

Donde puse los tres puntos suspensivos Elena White declara “…Ya está levantando sus soberbios e imponentes edificios en cuyos secretos recintos reanudará sus antiguas persecuciones”. Esta declaración pareciera dar a entender que todavía no está recobrado completamente su poder por lo que su herida todavía no cicatriza. Algunos mencionan que realmente la herida sanará cuando el papado tenga el poder para tratar con los herejes[1]. A juicio de este planteamiento la herida no estaría entonces plenamente sanada. LaRondelle en su libro Las Profecías del Fin mantiene también esta idea “La-curación- de la herida mortal aún está en el futuro”[2]

A juzgar por los últimos movimientos del papa Francisco en Cuba y Estados Unidos,  acérrimas y opuestas naciones, y ahora, “unidas”, pareciera indicar que el poder de Roma esta aumentando aceleradamente. Cuba con una población adoctrinada en el marxismo y una clase gobernante atea reconoce esta influencia e incluso antes de la venida del papa “Si el papa sigue hablando así, comenzaré a rezar y volveré a la Iglesia. Y no lo digo en broma” dice su presidente Raúl Castro, además de leer todos sus discursos y elogiar la sabiduría y modestia del pontífice[3]. 

Ahora Estados Unidos ya le dio tribuna por primera vez al invitarlo a hablar en la Casa Blanca y Congreso, y el discurso ha estado centrado en temas no religiosos sino en áreas de interés internacional como el cambio climático, la inmigración y “la siembra de la paz”, esto es primordial y necesario para seguir ganando liderazgo mundial como bien dice Elena White “Todo lo que Roma desea es asegurarse alguna ventaja…Está acumulando ocultamente sus fuerzas”. Posiblemente muchos pensaban que este iba a ser el momento histórico para hablar y sugerir la ley dominical, pero, aunque no ha sucedido, el camino se está preparando para que suceda, y entonces las lágrimas del republicano John Boehnner presidente de la Cámara de Representantes del Congreso Norteamericano y artífice de la visita papal desde hace 20 años, tal vez sean más significativas.

Juan escribe el Apocalipsis desde el hecho consumado de la salvación y al mirar hacia atrás ve una tierra seducida por la bestia de Apocalipsis 13. La idea del verbo “maravilló” sugiere admiración pero también reverencia y temor. Esto es lo que siempre ha causado el papado desde cuando enseñó que eran sucesores del apóstol Pedro como cuando dominaban las artes en pleno Renacimiento o ahora cuando interviene en pequeños y grandes países y logra cambios sorprendentes indicando “lo que se tiene que hacer”. Hoy 138 representantes y 26 senadores del Congreso de Estados Unidos son católicos, equivalente a un 31% de los legisladores.

Lejos queda atrás la actitud del presidente John F. Kennedy, primer presidente católico cuando dijo que no iba a recibir órdenes del  papa. Lejos queda atrás la carta del presidente Truman cuando en julio de 1952 criticó duramente al papa Pío XII diciendo “no puedo dirigirme a Ud. como Su Santidad, titulo que solo pertenece a DIOS …No creo que Ud. ni su Iglesia estén entre los que verdaderamente desean la paz y trabajan por ella… Por eso es usted la última persona en el mundo que pueda enseñarme la forma de dirigir a mi pueblo por el camino de la paz”. Si Truman y Kennedy estuvieran vivos y vieran lo que el poder del papado ha conseguido seguramente se retractarían.

Los ojos de humildes y poderosos de a poco se están posando en ese poder político y religioso y como bien dijo Juan “se maravilló toda la tierra en pos de la bestia”.


[1] McCready Price, El tiempo del fin, p.43.
[2] p. 307
[3] http://www.informador.com.mx/internacional/2015/591162/6/raul-castro-elogia-al-papa-su-sabiduria-y-modestia.htm

sábado, 5 de septiembre de 2015

El año de la muerte de Jesús

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Miguel Antonio Fiol investigador de la Universidad de Wisconsin-Madison afirma que el 3 de abril del año 33 es la fecha real de la muerte de Jesús. Sostiene por medio de su investigación que los planetas Tierra, Venus, Júpiter, Urano y Saturno se alinearon formando un cruz y que los anillos de Saturno formaban la corona de espinas. Asegura que la alineación había aparecido el 4 a.C año del nacimiento de Jesús y que el año 33 se mantuvo desde mediados de marzo a mediados de abril, repitiéndose cada 333 años, o sea en 6 oportunidades desde el año 0 hasta hoy 2015.

Esta declaración la publicó el diario La Tercera el 4 de septiembre de este 2015. Este es ellink http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2015/09/659-645820-9-investigador-el-dia-que-murio-jesus-los-planetas-se-alinearon-formando-una.shtml


El Comentario Bíblico Adventista tiene un excelente análisis sobre la muerte de Jesús en el Tomo 5 y páginas 239 a la 259. Y cabe decir que el año 33 fue uno de los tres años en que la crucifixión pudo haber sido un viernes, pero es insostenible aceptarla como fecha para la crucifixión.

Incorporo algunas ideas del CBA5 hablando al respecto

Años cuando la crucifixión pudo haber ocurrido en viernes.—Empleando los modernos métodos  de calcular la luna nueva astronómica y de computar el intervalo entre ese momento y el primer día del mes lunar, puede concluirse que pudo haber ocurrido un viernes 14 en época de pascua en tres meses lunares entre los años 28 y 33 d.C.

a.     En el mes que comenzó un día y unas 22 horas después de la luna nueva de marzo del año 30 d.C. (aproximadamente el 25 de marzo), si se computa el tiempo desde que la luna creciente pudo verse (el 14 sería el 7 de abril).
b.     En el mes que comenzó tres días y unas cuatro horas después de la luna nueva de abril del año 31 d.C. (aproximadamente el 14 de abril), si se computa un  período un tanto más largo, pero todavía posible después de la luna nueva astronómica (el 14 correspondería con viernes 27 de abril).
c.     En el mes que comenzó un día y unas cinco horas después de la luna nueva de marzo del año 33 d.C. (aproximadamente el 21 de marzo, correspondiente el día 14 con el 3 de abril), si acaso esta fecha tan temprana pudo dar cabida a Nisán y no a un segundo mes de Adar.

No hay en este período ninguna otro fecha en la cual pudiera caer un día de pascua en viernes

El año 33 d.C. es insostenible.—La fecha aceptada en el pasado para la crucifixión era el año 33 (presentada ya en el siglo XIII por Roger Bacon). Esta fecha apareció durante largos años como anotación marginal en las Biblias inglesas de la traducción del Rey Santiago (KJV); pero hoy casi no se acepta.

El cómputo para la misma se basaba en la suposición de que el calendario judío del siglo I d.C. se computaba exactamente como la forma revisada de ese calendario, que fue introducido varios siglos después de Cristo y que ha llegado, a través de la Edad Media, hasta los tiempos modernos. Este calendario judío posterior permite que la pascua ocurra en una fecha mucho mas temprana (algunas veces en el 15 de marzo). El posible viernes 14 de Nisán del año 33 exigiría que el mes de Nisán comenzara el 21 de marzo, cuatro días antes del comienzo más temprano del mes de Nisán en el ciclo babilónico de ese período, y mas temprano de lo que los papiros de Elefantina (siglo Va. C.) indicaban como el uso judío antiguo. Por tanto, es de esperarse que el mes que comenzó el 21 de marzo del año 33 d. C. fuera un Adar II.

Si ese mes fue Nisán, debe aceptarse una de estas dos alternativas: o por esta época todo el ciclo judío estaba adelantado en relación con el babilónico, o ese mes de Nisán estaba excepcionalmente adelantado, fuera de tono con el ciclo general. Un ciclo tan extraordinario haría que el mes de Nisán comenzara en marzo casi siempre, y en algunos años no sólo cuatro días antes del límite esperado, sino mucho antes. Por lo tanto, un ciclo tal no armonizaría con la presentación de la gavilla mecida, que era parte de las fiestas del mes de Nisán mientras aún estaba el templo. Si el mes de Nisán del año 33 d. C. fue un mes irregular, anterior a lo normal en el ciclo fijo, entonces la ubicación del crucifixión en esta fecha no es más que –a falta de una comprobación documental positiva—una simple conjetura.

Para finalizar rescato estas posturas del CBA5 en cuanto a algunos aspectos de Jesús

1.     No hay ninguna prueba extrabíblica de algún documento de la época.
2.     La iglesia primitiva concordaba mayormente en que Jesús había sido crucificado  el 14 de Nisán (unos pocos decían que en el 15 de Nisán); pero pronto se perdió la cuenta de esa fecha del calendario judío.
3.     Desde los más antiguos escritos hay un gran desacuerdo en cuanto al año.
4.     Otra tradición identificaba la oscuridad de la crucifixión con un eclipse solar mencionado por Flegón, historiador pagano, como que había ocurrido en el cuarto año de la olimpiada 202 (32/33 d. C.)
5.     Una tercera tradición afirmaba que la crucifixión había acaecido el año 31 d.C.
6.     El nacimiento de Cristo ocurrió quizá unos pocos meses antes del comienzo del 4 a. C. Josefo ubica la muerte de Herodes el Grande en el año 37 de su reinado, es decir 4/3 a. C. por lo que si Herodes murió en los primeros días del mes de Abril del año 4 a. C. los acontecimientos transcurridos entre el nacimiento de Cristo y la matanza de los niños de Belén, mientras Herodes aún vivía, colocaría el nacimiento de Cristo cuando más en la primera parte del año 4 a. C.
7.     El bautismo de Cristo, según el método más lógico de computar la fecha ocurrió en el año 27/28 d. C.
8.     La expresión “Como de treinta años” de Lucas 3.23  donde el texto griego dice “Jesús mismo estaba comenzando como de años treinta” indicaría un número redondo, esto por la inflexión de la palabra griega “hosei” “como” indicaría que si Jesús el 4 a. C. pudo haber cumplido su cumpleaños 30 el 27 d. C.
9.     La crucifixión pudo haber ocurrido en el año 30 o en el año 31 d. C. y puede ubicarse, mediante la interpretación precisa de la 70 semana.

miércoles, 5 de agosto de 2015

La historia del Canon del Antiguo Testamento


La historia del Canon del Antiguo Testamento[1]

Una comprensión correcta de la historia de la Biblia y de la colección de sus libros no sólo es de gran interés para el lector de la Palabra de Dios sino que es necesaria para refutar las falsas denuncias de los que están influidos en su pensamiento por la alta crítica. Puesto que a veces se ha afirmado que la colección de los libros del Antiguo Testamento fue hecha poco antes del ministerio de Jesucristo, o en el concilio judío de Jamnia, después de la destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 DC, es necesario conocer los hechos para ver la falacia de tales afirmaciones.

El canon.-

La palabra canon fue usada por los griegos para designar una regla investida de autoridad. El apóstol Pablo usa la palabra en ese sentido en Gál. 6: 16. Desde el siglo II en adelante, continuamente se recurrió a la regla de las enseñanzas cristianas con frases como "canon de la iglesia", el "canon de la verdad", o el "canon de la fe" (ver Brooke Foss Westcott, History of the Canon, 7ª ed., pág. 514).

Orígenes (185?-254?), uno de los padres de la iglesia, usó por primera vez la palabra canon para designar la colección de los libros de la Biblia reconocida como una regla de fe y práctica. Dijo que "nadie debiera usar para probar la doctrina libros no incluidos entre las Escrituras canonizadas" (Commentary on Matt., sec. 28). Atanasio (293?-373 DC) luego llamó "canon" a toda la colección de libros sancionados por la iglesia, y éste es el significado con el cual se introdujo la palabra en el lenguaje de la iglesia (Westcott, History of the Canon, págs. 518, 519).

División antigua y moderna del Antiguo Testamento.-

La expresión "canon del Antiguo Testamento" sencillamente significa los 39 libros del Antiguo Testamento aceptados por los protestantes que fueron escritos por profetas, historiadores y poetas inspirados en tiempos precristianos. La división actual en tres secciones -históricos, poéticos y proféticos- que contiene 39 libros, se ha originado en las traducciones griegas y latinas de la Biblia donde se halla tal división. El Antiguo Testamento hebreo consistía en 24 libros, que eran divididos en las siguientes tres divisiones principales:
·      1. La ley (torah) que contiene los cinco libros de Moisés, o Pentateuco.
2. Los profetas (nebi'im) subdivididos en:
(a) Cuatro "anteriores", Josué, Jueces, (1 y 2) Samuel y (1 y 2) Reyes, y
(b) Cuatro "posteriores", Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores en un solo libro.
3. Los escritos (ketubim), constituidos por los once libros restantes, de los cuales Esdras, Nehemías y 1 y 2 de Crónicas forman cada uno un solo libro.

La triple división del Antiguo Testamento hebreo en el tiempo de Cristo es confirmada por sus propias palabras: "Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en:
·      [1] la ley de Moisés, en
·      [2] los profetas y en
·      [3] los salmos [el primer libro de la tercera división]" (Luc. 24: 44).

Antes del exilio en Babilonia.-

El origen de muchos de los libros del Antiguo Testamento, tomados por separado, puede rastrearse yendo hacia sus autores. (La paternidad literaria se trata en la Introducción que aparece al comienzo de cada libro, en este comentario.) Sin embargo, no hay información disponible en cuanto a colecciones más grandes de los libros del Antiguo Testamento antes del exilio en Babilonia. Las referencias preexílicas a los libros bíblicos aluden al Pentateuco.

Dios advirtió a Josué que "nunca se apartará de tu boca este libro de la ley" (Jos. 1: 8), y Josué, el sucesor de Moisés, animó al pueblo a "hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés" (cap. 23: 6). También celebró una gran reunión donde públicamente se leyeron instrucciones del "libro de la ley" (cap. 8: 34).

David también conocía el Pentateuco y trató de vivir de acuerdo con sus preceptos, como se puede deducir por el consejo que dio a su hijo Salomón, de que guardara los estatutos, mandamientos, decretos y testimonios del Señor "de la manera que está escrito en la ley de Moisés" (1 Rey. 2: 3). También el rey Amasías de Judá recibió alabanza por seguir ciertos requisitos como estaban escritos "en el libro de la ley de Moisés" (2 Rey. 14: 6). Estos aislados testimonios de la Biblia muestran que el Pentateuco era conocido desde el tiempo de Moisés hasta el período de los reyes de Judá. Sin embargo, hubo tiempos, especialmente durante el reinado de reyes impíos, cuando apenas si eran conocidas las Escrituras y, por así decirlo, tuvieron que ser redescubiertas.

Por ejemplo, esto sucedió en el tiempo del rey Josías, cuando durante la reparación del templo, fue encontrado "el libro de la ley" y leído, y sus requisitos fueron puestos en práctica una vez más (2 Rey. 22: 8 a 23: 24).

En el tiempo de Esdras-Nehemías.-

En los libros del Antiguo Testamento que fueron escritos después del exilio, tales como los de Esdras y Nehemías, se hace referencia, ya sea por nombre o por alguna cita, a varios de los libros más antiguos de la Biblia. También se habla de ciertos libros que han sido incorporados parcialmente a los libros de las Escrituras posteriores al exilio, o se han perdido. Los 5 libros de Moisés -bajo los nombres de "libros de Moisés", "ley de Jehová", "libro de la ley de Jehová", etc.- aparecen mencionados 7 veces en 1 y 2 de Crónicas; 17 veces en Esdras y Nehemías y una vez en Malaquías. Que el libro de la ley (torah) era considerado como inspirado y "canónico" en el siglo V AC, se ve por la gran reverencia que mostraba el pueblo cuando era abierto el libro (Neh. 8: 5, 6). Parecería que la expresión "libro de la ley" (torah) abarcara más que el "Pentateuco", pues el mismo término es usado una vez por Jesús al referirse a los Salmos, cuando introduce citas de Sal. 35: 19 y 69: 4 con las palabras: "escrita en su ley" (Juan 15: 25).

Muchos libros de origen anterior al exilio sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén y al cautiverio de Babilonia. Esto se ve porque Daniel usó el libro de Jeremías durante el exilio de Babilonia (Dan. 9: 2) y porque unos 20 libros diferentes se mencionan en los libros de Crónicas ya sea como habiendo proporcionado el material original para el contenido de esa obra, o como libros donde podía conseguirse información adicional acerca de muchos puntos que sólo fueron tocados superficialmente en las Crónicas. El cronista posterior al exilio (ver 2 Crón. 36: 22) se refirió a muchos libros, tales como "el libro de las crónicas de Samuel vidente" (1 Crón. 29: 29) las "crónicas" o "libros del profeta Natán" (1 Crón. 29: 29; 2 Crón. 9: 29) y "la historia de lado profeta" (2 Crón. 13: 22).

La tradición judía indica que Esdras y Nehemías tuvieron una parte evidente en la colección de los libros sagrados. El apócrifo segundo libro de los Macabeos, escrito durante los comienzos del siglo I AC, contiene una carta supuestamente escrita por los judíos palestinos y Judas Macabeo al filósofo, judío Aristóbulo y a otros judíos de Egipto (2 Mac. 1:10). Esta carta se refiere a "los archivos y ... Memorias del tiempo de Nehemías" y declara también que Nehemías fundó "una biblioteca" y "reunió los libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David" (2 Mac. 2: 13, traducción de la BJ).

El historiador judío Josefo es otro escritor que coloca la terminación del canon del Antiguo Testamento en el tiempo de Esdras y Nehemías. Poco después de la caída de Jerusalén, en 70 DC, Josefo hizo la siguiente declaración importante:

"Desde el imperio de Artajerjes hasta nuestra época, todos los sucesos se han puesto por escrito; pero no merecen tanta autoridad y fe como los libros mencionados anteriormente, pues ya no hubo una sucesión exacta de profetas. Esto evidencia por qué tenemos en tanta veneración a nuestros libros. A pesar de los siglos transcurridos, nadie se ha atrevido a agregarles nada, o quitarles o cambiarles" (Josefo, Contra Apión, i. 8 [en Obras Completas de Flavio Josefo, ed. Acervo Cultural, Buenos Aires, 1961, tomo V, pág. 15]).

Esta declaración muestra que los judíos en el tiempo de Cristo estaban convencidos de que el canon había sido fijado en el tiempo de Esdras y Nehemías, que trabajaron bajo Artajerjes I. Los judíos estaban mal dispuestos a anular esa decisión, o a añadir a las Escrituras tales como habían sido fijadas 500 años antes, especialmente porque nadie claramente reconocido como profeta se había levantado desde los días de Malaquías.

La importante declaración de Josefo concuerda bien con las observaciones que puede hacer el lector cuidadoso en el mismo Antiguo Testamento. Los últimos libros históricos -Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester-, por ejemplo, consignan la historia de Israel hasta el período que sigue al exilio. Las Crónicas y su continuación, Esdras-Nehemías, registran acontecimientos que sucedieron durante los siglos VI y V, pero no después. Por lo tanto, la redacción del Antiguo Testamento, tal como lo conocemos ahora, se debe haber completado hacia el fin del siglo V AC, pues la continuación posterior de la historia no fue añadida al registro anterior. Ni aun se preservó junto con las Escrituras canónicas. Por consiguiente, debe haber estado cerrado el canon. Si se desea examinar una declaración más en cuanto a la relación de Esdras con la colección de los libros sagrados, ver Profetas y reyes, pág. 448.

Entre Nehemías y los Macabeos.-

Apenas si hay registros existentes de la historia de los judíos durante los siglos IV y III AC. Sólo se conocen dos registros de este período que tengan alguna relación con la historia de la Biblia: (1) La tradición de la visita de Alejandro a Jerusalén y (2) la preparación de la traducción griega del Antiguo Testamento hecha en Egipto y llamada la Septuaginta (generalmente se abrevia LXX).
De acuerdo con Josefo, la visita de Alejandro a Jerusalén se efectuó después de la caída de Gaza, en noviembre del año 332 AC. Según el relato, cuando fue a castigar a los judíos por haber rehusado ayudarle con tropas en su guerra contra los persas, fuera de las murallas de Jerusalén vino a su encuentro una procesión de sacerdotes presididos por el sumo sacerdote Jadúa. Se dice que entonces el rey fue llevado al templo, donde se le dio la oportunidad de ofrecer sacrificios y se le mostró, en el libro de Daniel, que uno de los griegos -presumiblemente Alejandro- estaba designado por las profecías divinas para destruir el imperio persa. Esto complació tanto a Alejandro que confirió favores a los judíos (Josefo, Antigüedades, xi. 8. 4, 5). El relato, tal como lo presenta Josefo, ha sido considerado como ficticio por la mayoría de los eruditos. Su aceptación requeriría la existencia del libro de Daniel en el tiempo de Alejandro Magno, al paso que ellos sostienen que el libro no fue escrito antes del período de los Macabeos, en el siglo II AC. Sin embargo, hay abundantes evidencias internas a favor de la verdad de este relato. (Ver la Introducción al libro de Daniel.) Si es verdadero, el relato proporciona una prueba más de que los judíos no sólo poseían el libro de Daniel sino que también estudiaban las profecías que contenía.
La traducción de la Septuaginta fue preparada por los judíos de habla griega de Egipto, pero pronto alcanzó una circulación considerable entre los judíos que estaban ampliamente dispersos. Las fuentes para conocer su origen están en la reputada Carta de Aristeas, escrita posiblemente entre 96 y 63 AC; una declaración de Filón, filósofo judío alejandrino del tiempo de Cristo (Filón, Vida de Moisés II. 5-7), y los libros de Josefo, escritos poco después (Antigüedades xii. 2; Contra Apión II. 4). En estas obras se narra un relato legendario en cuanto a la traducción del Pentateuco por 72 eruditos judíos, en 72 días, durante el reinado del rey Tolomeo II de Egipto (285-247 AC). El relato nos dice que esos hombres trabajaron independientemente, pero produjeron 72 ejemplares de una traducción en la cual concordaba cada palabra, lo que mostraba que su traducción había sido realizada bajo la inspiración del Espíritu Santo. Aunque este relato fue urdido con el propósito de conseguir una pronta aceptación de la traducción griega entre los judíos y de colocarla en pie de igualdad con el texto hebreo, fuera de duda contiene algunos hechos históricos. Uno de ellos es que la traducción comenzó con el Pentateuco y que se llevó a cabo bajo Tolomeo II. No se sabe cuándo se completó la traducción de todo el Antiguo Testamento. Esto puede haber sucedido en el siglo III AC o a comienzos del siglo II. Sin embargo, la Septuaginta completa es mencionada por el traductor del Eclesiástico de Jesús Ben Sirá, en el prólogo que añadió a este libro apócrifo. El prólogo fue escrito por el año 132 AC, y se refiere a la Biblia griega como algo que ya existía.

Al hacer referencia al libro del Eclesiástico, o Sabiduría de Jesús Ben Sirá, que fue compuesto en hebreo por el año 180 AC, vale la pena señalar de paso que su autor tenía acceso a la mayoría de los libros del Antiguo Testamento. Esto se advierte porque cita, o se refiere, a 19 de los 24 libros de la Biblia hebrea.

Desde los Macabeos hasta Cristo.-

En el siglo II AC, el rey seléucida Antíoco Epífanes procuró helenizar a los judíos y aplastar su espíritu nacionalista. Eliminó sus ritos religiosos, cambió sus formas de vida y trató de destruir su literatura sagrada. Después de una descripción de los esfuerzos hechos en ese tiempo para introducir ritos paganos, 1 Mac. 1: 56, 57 dice lo siguiente acerca de este punto:
"Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar. Al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, le condenaban a muerte en virtud del decreto real" (traducción de la BJ).

Fue probablemente durante este período, mientras estaba prohibida la lectura de los libros del Pentateuco, cuando comenzó la práctica de leer en los servicios religiosos pasajes de los profetas en lugar de pasajes de la ley. Estos pasajes de los libros proféticos fueron llamados más tarde haftarot, y se leían en relación con secciones de la ley tan pronto como se levantaron las restricciones (cf. Luc. 4: 16, 17; Hech. 13: 15, 27).

Muchos libros se salvaron de la destrucción durante ese período de desgracia 44 nacional, cuando toda la vida religiosa de los judíos estuvo en peligro. La tradición judía sostiene que la preservación de muchos libros se debió al valor y a los esfuerzos de Judas Macabeo. En el segundo libro de los Macabeos, escrito en los comienzos del siglo I AC, se declara que Judas Macabeo "reunió todos los libros dispersos a causa de la guerra que sufrimos, los cuales están en nuestras manos" (2 Mac. 2: 14).

Por el año 132 AC, el nieto de Jesús Ben Sirá tradujo al griego la obra hebrea de su abuelo, llamada Eclesiástico. Le añadió un prólogo histórico en el cual se menciona tres veces la triple división del canon del Antiguo Testamento.

Por este tiempo también se escribió el libro apócrifo primero de los Macabeos. En él se cita el libro de los Salmos (1 Mac. 7: 17). Daniel es mencionado (1 Mac. 2: 60), así como sus tres amigos, junto con Abrahán, José, Josué, David, Elías y otros antiguos varones de Dios. Aquí se tiene la impresión clara de que el autor de 1 Macabeos consideraba el libro de donde recibió la información acerca de Daniel como una de las obras antiguas, y no como una nueva adición del siglo de los Macabeos, como lo pretende la alta crítica.

El primer testimonio de la expresión "Escritura" usada para designar ciertas partes de la Biblia es la Carta de Aristeas. (Ver las secciones 155 y 168 de Apocrypha and Pseudepigrapha, de Charles, t. 2.) Esa carta fue escrita posiblemente entre 96 y 63 AC. Ese término, usado regularmente por los últimos escritores del Nuevo Testamento al referirse a los libros del Antiguo Testamento, es empleado por Aristeas para designar el Pentateuco.

El testimonio de Cristo y los apóstoles.-

Cristo no sólo testificó de la existencia de la triple división de la Biblia hebrea (Luc. 24: 44) sino también de que conocía el orden de sucesión de los libros. El orden de los libros en la Biblia hebrea es muy diferente del de nuestras Biblias modernas. De acuerdo con la triple división de la Biblia hebrea ya explicada, la sección Escritos viene al final, con los dos libros de Crónicas (uno en el canon hebreo) al fin del Antiguo Testamento. Cuando Jesús dijo a los fariseos que se les pediría cuenta por los crímenes cometidos "desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo" (Luc. 11: 51; cf. Mat. 23: 35), hizo referencia a Abel, el primer mártir, mencionado en el primer libro de la Biblia (Gén. 4: 8) y a Zacarías, cuyo martirio se describe en el último libro de la Biblia hebrea (2 Crón. 24: 20-22). Si Jesús hubiera mencionado la palabra "hasta" en un sentido cronológico, habría mencionado al profeta Urías que fue muerto por Joacim más de un siglo después de Zacarías (Jer. 26: 20-23). La declaración de Cristo proporciona pues una clara evidencia de que en sus días el orden de la Biblia hebrea ya estaba firmemente establecido.

Que Zacarías sea llamado el "hijo de Berequías" en Mat. 23: 35, pero "hijo" de "Joiada" en 2 Crón. 24: 20, no debiera explicarse -como lo hacen algunos comentadores- como resultado de la confusión de Mateo, o de algún copista posterior, con el profeta "Zacarías hijo de Berequías", que vivió siglos después en el tiempo de Darío I (Zac. 1: 1). Joiada, padre de Zacarías, puede haber tenido un segundo nombre, como lo tenían muchos judíos, o Berequías puede haber sido el abuelo materno de Zacarías o bien su verdadero padre y Joiada el abuelo más famoso. La palabra "hijo", con el significado de "nieto", era común en la usanza hebrea (ver 2 Rey. 9: 2, 20). Cualquiera sea la interpretación correcta de esta aparente dificultad, los comentadores desde Jerónimo en adelante casi unánimemente han reconocido en el Zacarías mencionado por Jesús al hombre de 2 Crón. 24: 20.

Por supuesto, Jesucristo fue un firme creyente en la autoridad de la Biblia tal como existía en su tiempo, y también lo fueron sus apóstoles. Esto se ve manifiestamente en 45 varias declaraciones. Jesús dijo: "Erráis, ignorando las Escrituras" (Mat. 22: 29). Jesús presentó pruebas de su mesianismo citando las tres divisiones de las Escrituras del Antiguo Testamento, cuando dijo que "era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos" (Luc. 24: 44; cf. vers. 25-27). También colocó la creencia en los escritos de Moisés junto con la creencia en sus propias enseñanzas: "Si no creéis a sus escritos", preguntó el Salvador, "¿cómo creeréis a mis palabras?" (Juan 5: 47; cf. vers. 46). Pablo declaró que Dios había hecho ciertas promesas "por sus profetas en las santas Escrituras" (Rom. 1: 2). Dijo a Timoteo, su joven colaborador: "Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras. . . Toda la Escritura es inspirada por Dios." (2 Tim. 3: 15, 16). Otra declaración igualmente indudable es presentada por el apóstol Pedro: "Tenemos también la palabra profético más segura; . . . ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Ped. 1: 19-21). Estas declaraciones muestran claramente que Cristo y sus apóstoles estaban firmemente convencidos de que el Antiguo Testamento -la Biblia de sus días- era inspirado y tenía autoridad.

En la era apostólica se usó por primera vez la expresión "Antiguo Testamento" con referencia a los libros de la Biblia hebrea. En un pasaje muy discutido, el apóstol Pablo dice que permanece un velo sobre los ojos de los judíos hasta los días del apóstol "en la lección del antiguo testamento" (2 Cor. 3: 14 Val. ant.). Los comentadores están divididos en su interpretación de la expresión "antiguo testamento" de este pasaje, pero puesto que Pablo se refiere a algo que es leído por los judíos, la explicación más plausible es ver en él una referencia ya sea al Pentateuco o a toda la Biblia hebrea. Dado que el término Antiguo Testamento implica la existencia del término Nuevo Testamento, es posible que los apóstoles y otros cristianos quizá ya hayan usado esta última expresión para denominar los escritos acerca de la vida y obra de Cristo, quizá uno de los Evangelios.

Las muchas citas del Antiguo Testamento que se encuentran en el Nuevo también dan un importante testimonio de la autoridad atribuida a los libros del Antiguo Testamento por los autores de los escritos cristianos. Algunas de las citas son cortas, y muchas de las expresiones del libro del Apocalipsis son muy similares a las que se hallan en Daniel, pero pueden no ser realmente citas.
El autor de este artículo contó 433 citas evidentes en el Nuevo Testamento, y encontró que 30 de los 39 libros del Antiguo Testamento están claramente citados. Los nombres de 10 libros o sus autores se mencionan en 46 pasajes del Nuevo Testamento; la inspiración de 11 libros del Antiguo Testamento es confirmada por citas comenzadas con palabras que indican que Dios o el Espíritu Santo era su autor, y se aplica el término "Escritura" en 21 pasajes de 11 libros del Antiguo Testamento, al paso que, en 73 pasajes, declaraciones del Antiguo Testamento son precedidas por la expresión técnica "Escrito está".

Judíos del primer siglo.-

Filón de Alejandría (murió por el año 42 DC) era un filósofo judío que escribió en el tiempo de Cristo. Sus obras contienen citas de 16 de los 24 libros de la Biblia hebrea. Puede ser accidental que sus escritos no contengan citas de Ezequiel, Daniel y las Crónicas y otros cinco libros pequeños.

El historiador Josefo, escribiendo por el año 90 DC, hizo una declaración importante acerca del canon, en su obra Contra Apión, que citamos aquí debido a su significado:
"No poseemos miríadas de libros inconsecuentes que antagonizan unos con otros. 46 Nuestros libros, los que están justamente acreditados, no son sino veintidós y contienen el registro de todo el tiempo.

"De entre ellos cinco son de Moisés, y contienen las leyes y la narración de lo acontecido desde el origen del género humano hasta la muerte de Moisés. Este espacio de tiempo abarca casi tres mil años. Desde Moisés hasta la muerte de Artajerjes, que reinó entre los persas después de Jerjes, los profetas que sucedieron a Moisés reunieron en trece libros lo que aconteció en su época. Los cuatro restantes ofrecen himnos en alabanza de Dios y preceptos utilísimos a los hombres" (Josefo, Contra Apión, i. 8 [en Obras Completas de Flavio Josefo, ed. Acervo Cultural, Buenos Aires, 1961, tomo V, pág. 15] ).

Necesita una explicación la declaración de Josefo referente a que la Biblia de los judíos contenía 22 libros, porque se sabe que había realmente 24 libros en la Biblia hebrea antes de él y en su tiempo. Su división de 5 "libros de Moisés", 13 libros de "profetas" y 4 libros de "himnos a Dios y preceptos para la conducta de la vida humana", sigue más de cerca el orden de la Septuaginta que el de la Biblia hebrea; proceder comprensible puesto que escribió para lectores que hablaban griego. Pero la base de su declaración -que la Biblia hebrea tenía 22 libros- se debió probablemente a una práctica hebrea que surgió entre algunos que procuraban ajustar el número de libros de las Escrituras de acuerdo con el número de las letras del alfabeto hebreo. Probablemente Josefo computó a Rut junto con jueces, y Lamentaciones junto con Jeremías, o posiblemente dejó afuera dos de los libros que pueden haberle parecido de poca importancia.
Otro autor judío de ese tiempo, que escribió la obra espuria llamada 4 Esdras (el 2 Esdras de los apócrifos), es el primer testigo que indica claramente que el número de libros de la Biblia hebrea era 24.

Hacia el fin del siglo I o comienzos del II, se celebró un concilio de eruditos judíos en Jamnia, al sur de Jaffa, en Palestina. Ese concilio fue presidido por Gamaliel II, junto con el rabí Akiba, el erudito judío más influyente de ese tiempo, y que fue el espíritu rector de la asamblea. Puesto que algunos judíos consideraban ciertos libros apócrifos como de igual valor que los libros canónicos del Antiguo Testamento, los judíos querían colocar su sello oficial sobre un canon que había existido inmutable por un largo tiempo y que -así lo sentían- necesitaba ser resguardado contra posibles adiciones. Por lo tanto, este concilio no estableció el canon del Antiguo Testamento sino sólo confirmó una posición sostenida durante siglos en cuanto a los libros de la Biblia hebrea. Con todo, es cierto que, en algunos sectores, fue cuestionada la canonicidad del Eclesiastés, Cantares, Proverbios y Ester. Pero el mencionado rabí Akiba eliminó las dudas con su autoridad y elocuencia, y esos libros mantuvieron su lugar en el canon hebreo.

La iglesia cristiana primitiva.-

En los escritos de los primeros padres de la iglesia, fueron aceptados como canónicos todos los 24 libros de la Biblia hebrea. Tan sólo en la iglesia oriental surgió alguna leve duda ocasional en cuanto a la inspiración del libro de Ester. Sin embargo, los libros apócrifos judíos no fueron aceptados por los más antiguos escritores de la iglesia cristiana. Los escritos de los llamados padres apostólicos, que produjeron sus obras después de la muerte de los apóstoles hasta el año 150 d.C. aproximadamente, no contienen ninguna cita real de los apócrifos sino tan sólo unas pocas referencias a ellos. Esto muestra que originalmente los apócrifos no fueron puestos en pie de igualdad con los escritos canónicos del Antiguo Testamento en la estimación de esos dirigentes de la iglesia.

Sin embargo, los padres de la iglesia de períodos posteriores apenas si hacen diferencia alguna entre los apócrifos y el Antiguo Testamento. Comienzan citas de 47 ambas colecciones con las mismas fórmulas. Esta evolución no parece extraña en vista de las precoces tendencias a la apostasía perceptibles en muchos sectores de la primera iglesia cristiana. Cuando fue abandonada la sencillez de la fe cristiana, los hombres se volvieron a libros que sostenían su opinión, que no era bíblica, acerca de ciertas enseñanzas, y encontraron este apoyo parcial en los libros apócrifos judíos, rechazados aun por los mismos judíos.

La iglesia oriental y la occidental.-

Jerónimo (siglo V), el traductor de la Biblia al latín -la Vulgata- que ha llegado a ser la Biblia oficial católica, fue el último escritor de la iglesia que arguyó enérgicamente a favor de no aceptar nada sino los escritos hebreos y de rechazar los apócrifos. Sin embargo, la mayoría de los dirigentes de las iglesias occidentales aceptaron en sus días los apócrifos y les dieron la misma autoridad que al Antiguo Testamento. Esto se puede ver por los escritos de varios autores de la Edad Media, por algunas enseñanzas de la Iglesia Católica Romana que se basan en los apócrifos y por las decisiones tomadas por diversos concilios regionales de la iglesia (Hipona en 393, Cartago en 397). En términos generales, la iglesia occidental generalmente ha reconocido los apócrifos como del mismo valor que los libros canónicos del Antiguo Testamento, pero los escritores de las iglesias orientales generalmente los han usado mucho más escasamente que sus colegas occidentales.
El primer concilio ecuménico que tomó un acuerdo a favor de aceptar los apócrifos del Antiguo Testamento fue el Concilio de Trento. Su propósito principal fue trazar planes para combatir la Reforma. Puesto que los reformadores procuraban eliminar todas las prácticas y enseñanzas que no tenían base bíblica, y la Iglesia Católica no podía encontrar apoyo para algunas de sus doctrinas en la Biblia a menos que los escritos apócrifos fueran considerados como parte de ella, se vio forzada a reconocerlos como canónicos. Esa canonización se efectuó el 8 de abril de 1546, cuando por primera vez fue publicada por un concilio ecuménico una lista de los libros canónicos del Antiguo Testamento. Esa lista no sólo contenía los 39 libros del Antiguo Testamento, sino también 7 libros apócrifos* y adiciones apócrifas a Daniel y Ester. Desde ese tiempo, estos libros apócrifos -ni aun reconocidos como canónicos por los judíos- tienen el mismo valor autorizado para un católico romano que cualquier libro de la Biblia.

Criterios protestantes acerca del canon.-

Los reformadores aceptaron como canónicos los 39 libros del Antiguo Testamento, sin excepción y casi sin reservas. En cambio, los apócrifos fueron generalmente rechazados. Martín Lutero los tradujo al alemán y los publicó con la observación, en la página del título, de que "son libros no iguales a las Sagradas Escrituras, pero útiles y buenos para leer".

La Iglesia Anglicana fue más liberal en el uso de los apócrifos. El Libro de oración común prescribió, en 1662, la lectura de ciertas secciones de los libros apócrifos para varios días de fiesta, así como para lectura diaria durante algunas semanas en el 48 otoño. Con todo, los Treinta y Nueve Artículos hacen diferencia entre los apócrifos y el canon.

La Iglesia Reformada se ocupó de los apócrifos durante su concilio de Dordrecht, en 1618. Gomarus y otros reformadores exigieron la eliminación de los apócrifos de las Biblias impresas. Aunque no prosperó esa exigencia, la condenación de los apócrifos por el concilio fue sin embargo tan vigorosa, que desde ese tiempo la Iglesia Reformada se opuso enérgicamente a su uso.
La mayor lucha contra los apócrifos se realizó en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX. Se editó una gran cantidad de publicaciones, de 1811 a 1852, para investigar los méritos y errores de estos libros extracanónicos del Antiguo Testamento. El resultado fue un rechazo general de los apócrifos por los dirigentes y teólogos eclesiásticos y una clara decisión de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera de excluir los apócrifos, de allí en adelante, de todas las Biblias publicadas por esa sociedad.

Resumen.-

El breve estudio de la historia del canon del Antiguo Testamento indica que la colección de libros que llamamos el Antiguo Testamento se realizó en el siglo V AC, con Esdras y Nehemías, los dos grandes líderes de ese período de restauración, con toda probabilidad los encabezadores de esa obra. Se basa esta conclusión en que el Antiguo Testamento no contiene ningún libro posterior. La tradición judía del siglo I AC confirma esta conclusión.

La preparación de la Septuaginta, que comenzó en el siglo III AC, es una evidencia de que existía un canon del Antiguo Testamento en ese tiempo. Otro testimonio son las citas y referencias de Jesús Ben Sirá al Antiguo Testamento, a comienzos del siglo II AC; unos pocos años después, el edicto de Antíoco Epífanes para destruir los libros sagrados de los judíos; y las declaraciones del nieto de Jesús Ben Sirá, por el año 132 AC, que menciona la triple división de la Biblia hebrea y la existencia de su traducción griega en su tiempo.

Jesucristo y los apóstoles creyeron definidamente en la autoridad e inspiración de la Biblia hebrea, como se puede ver por numerosos testimonios que comprueban este hecho. La Biblia de ellos tenía la misma división triple y probablemente el mismo orden de los libros de la Biblia hebrea actual. Además, centenares de citas tomadas de por lo menos 30 libros del Antiguo Testamento muestran la elevada estima en que eran tenidos esos escritos por el fundador de la fe cristiana y sus seguidores inmediatos.

La historia del canon del Antiguo Testamento en la iglesia cristiana, después de la era apostólica, se centraliza en la cuestión de aceptar o rechazar los libros judíos apócrifos. Aunque esos libros fueron rechazados por los apóstoles y los escritores cristianos hasta mediados del siglo II, y fuera de duda por los judíos mismos, a pesar de ello esos escritos espurios recibieron la bienvenida en la iglesia cristiana hacia el fin del siglo II. Desde allí en adelante nunca fueron proscritos por la Iglesia Católica. Los reformadores tornaron una posición firme en el rechazo de los apócrifos, pero después de su muerte esos libros fueron aceptados una vez más en algunas iglesias protestantes, aunque finalmente fueron rechazados por la mayoría de ellas en el siglo XIX.

Más serio es el concepto de los modernistas en cuanto al Antiguo Testamento. No creen en la inspiración de los libros del Antiguo Testamento ni en su origen remoto. Este proceso de secularización -que coloca el Antiguo Testamento en el mismo nivel de otras producciones literarias antiguas- es más pernicioso para la iglesia cristiana que la indiferencia anterior hacia los apócrifos, puesto que destruye la fe del creyente 49 en el origen divino de aquellos libros de la Biblia de los cuales dijo Cristo "dan testimonio de mí" (Juan 5: 39).

Por lo tanto, cada creyente cristiano debe estar convencido del origen divino de estos libros del Antiguo Testamento por cuyo medio los apóstoles cristianos probaron la validez de su fe y doctrinas. Que esos libros hayan sobrevivido a varias catástrofes nacionales de la nación judía en la antigüedad y a los insidiosos ataques de oscuras fuerzas, dentro y fuera de la iglesia cristiana, es una sólida prueba de que esos escritos han recibido la protección divina.



[1] Comentario Bíblico Adventista, T1, p. 40-49.

miércoles, 29 de julio de 2015

ALTERNANCIA EN EL PODER




En visita al continente africano el presidente Obama hace una interesante declaración “Nadie debe ser presidente de por vida” y añade “no entiendo por qué alguien quiere quedarse tanto tiempo, especialmente cuando ha ganado tanto dinero”. Estas palabras mencionadas en Etiopía, sin duda le llegan muy de cerca a nueve países africanos cuyos mandatarios han rebasado los 25 años en el puesto. En otras latitudes se manifiestan tendencias similares, en algunos casos han pasado los 50 años como Cuba.

En Estados Unidos la constitución no permite más de un segundo período, como también pasa en Chile. La naturaleza de tal constitución se levanta contra la dictadura del poder.

En los tiempos bíblicos en la era de la monarquía los reyes gobernaban mientras vivían, en la época del Nuevo Testamento no hay líderes monárquicos, pero en la figura del sumo sacerdote puede verse una mezcla de lo religioso con lo político, y éste podía ser designado y depuesto, como sucedió con Caifás, a quien el procurador Valerio Grato designó en el año 18 d.C y depuesto por el cónsul Lucio Vitelio en el año 36 d.C. o sea tuvo 18 años de poder.

Tanto ayer como hoy los puestos de mando han sido sumamente deseados por la mayoría de los mortales, pues es un engendro de poder. No importa si estas responsabilidades han sido deseadas o no, siempre dan poder. Alguien dijo alguna vez “para conocer a un hombre denle poder”. Tal vez una de las más memorables frases la pronunció el presidente Abraham Lincoln “Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder”. El poder es entonces sinónimo de dominio, tesón, fuerza, capacidad como también “responsabilidad”.

La palabra “dunástes” se empleaba en el Nuevo Testamento para designar a un gobernante, oficial, poderoso y soberano. Otra palabra muy cercana “dúnamis” literalmente se definía como “fuerza”, “milagro” “poder milagroso”, “capacidad”, “dar”, etc. Generalmente los evangelios sinópticos utilizan “dunamis” para describir los milagros de Jesús. Veamos algunos ejemplos.
Mateo 11.20 “Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros…”
Mateo 13.58 “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos…”
Marcos 6.2 “… y estos milagros que por sus manos son hechos?”
Marcos 5.30 “Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él…”

Cuando Jesús escogió a sus discípulos también le dio dones y poder Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades” Lucas 9.1. Ahora, este poder dado a los discípulos no fue un puesto de responsabilidad, no fue la jerarquización sobre algún territorio, fue una investidura celestial, el poder del Espíritu Santo que descendería sobre ellos y harían milagros. Además, también les dio autoridad para dirigir y administrar la iglesia “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo” Mateo 16.18.

En el primer concilio de la iglesia sucedido en Jerusalén en el año 49 d.C quién realmente definió el conflicto fue Judas, hermano de Jesús, nunca fue de los doce, ni siquiera es llamado apóstol. El fue un gran líder porque su función fue servir a la iglesia, no fue obnubilado por ser el hermano de Jesús ni por haber definido un gran problema. La mayoría de los principales dirigentes de la iglesia primitiva llevaron el evangelio a diferentes y lejanos lugares, sufrieron y dieron su vida por el evangelio, y ese legado posiblemente sea el que más se destaque. Sus escritos cuentan el testimonio de ser un soldado de Jesús, quien para ellos siempre fue ganancia el padecer por el evangelio.

Volviendo a una frase del valentonado discurso de Obama, que seguramente incomodó a varios dignatarios africanos; “el progreso del continente dependerá de su respeto a los derechos humanos y del fomento de una verdadera democracia, con libertad de elección, asociación y opinión”. Tal vez interpretando sus palabras puede deducirse que “un poder de tantos años no ayudaría en el desarrollo y prosperidad de un país”. Un poder ilimitado y además decantado en pocas manos generalmente conduce al tiranismo y mediocridad.

Tomando esta permanencia de poder del mundo político-social podemos preguntar ¿tiene también incidencia en el aspecto religioso? ¿Qué pasa con nuestra iglesia? Del mundo religioso es la iglesia católica quien tiene más poder, aunque también es un estado. En la sucesión apostólica cada papa sucede al otro después de su muerte. Salvo en pocas ocasiones un papa ha renunciado, tal como sucedió con Benedicto XVI quien renunció de manera libre y espontánea tras un “breve” pontificado de 8 años. Es interesante que el derecho canónico no especifica las condiciones físicas o mentales en la que un papa debiera renunciar. El ejemplo del papa Juan Pablo II es notorio en este punto, en sus últimos años la enfermedad de Parkinson lo limitó en su indefensión y para hablar, pero solo después de su muerte fue que se eligió al sucesor. Ante tanta dificultad ¿por qué no hubo un recambio? De manera tal esta constituido el derecho canónico que en este sitio no se obtiene luz clara y definida. Reemplazar un liderazgo papal después de un apropiado y justo tiempo pudiera afectar los intereses de una curia acostumbrada al poder y enfrentaría retos progresistas de mudanza, que casi siempre nunca son bienvenidos para un “jefe de turno”.

Después de celebrarse la 60 Session de nuestra iglesia adventista es sugestivo que algunos nombramientos se homologan a la antes mencionada iglesia. En la gran mayoría de los casos las personas que sucedieron a otras fue por causa de jubilación. Aun así llama la atención de personas con liderazgo muy largo y que nuevamente son reelegidas para otros períodos. Caso particular el del pastor Israel Leito quien con 70 años de edad vuelve a ser confirmado para liderar la iglesia en Interamerica por 5 años más, habiendo ya estado en el ejercicio 21 años antes. En otro contexto, posiblemente con esa edad ya hubiera estado jubilado algún tiempo atrás. En este caso un cambio ¿no hubiera sido prudente? Tal vez para muchos, no hay ningún problema en que el liderazgo deba ser continuado porque no afecta la misión de la iglesia. Sin embargo, aunque lo anterior pueda tener cierta lógica, un sistema de recambio eventualmente dado para cualquier nivel eclesiástico puede ser saludable en cualquier sentido del quehacer.

Los países que más crecen y se desarrollan son aquellos que tienen gobiernos más democráticos con una constitución donde la posibilidad de “permanencia eterna” es cero, salvo una única reelección. Muchos países liderados por gobiernos sin alternancia de mando son naciones pobres con pocas probabilidades de desarrollo y con muy alto grado de corrupción. El vicio del poder puede llegar a ser fatal, y de esto no se excluye nada de lo que pisa la tierra.