sábado, 9 de abril de 2011

Isaac era un joven afortunado.


REFLEXIONES DE LA HERMANA ARELYS
Arelys escribe desde Estados Unidos

Conocía desde el inicio de su vida, lo que en verdad significaba ser parte de una familia feliz. El amor que sus padres le prodigaban era dulce, tierno, especial. Así, al paso del tiempo fue creciendo, hasta convertirse en un joven apuesto, alegre y altruista.


Una de las mayores ventajas en la vida de Isaac era, por cierto, la sabiduría con que su padre administraba las enormes riquezas que poseía. El valor de su capital trascendía cifras millonarias.

Como padre juicioso, no quería depositar cantidades importantes de dinero en manos de su hijo, porque sabía los peligros que eso encerraba, además de las actitudes erróneas que el joven podría concebir.

Reuniéndose con su hijo en la oficina privada, le informó sobre el plan a seguir. Debía de inmediato conseguir un empleo. Podía escoger entre trabajar en la empresa familiar, o decidirse por otro ramo de su preferencia. ¡Pero debía trabajar!. Esto lo mantendría libre de vicios y alejado de miles de trampas difíciles de escapar. Pero, aunque el sueldo fuese limitado, podía contar con su padre para suplir cualquier necesidad que no llegase a suplir.

Isaac hubiese preferido heredar simplemente los millones de papá, pero, aunque a medias, logró comprender un poco de su sabiduría. Había aprendido a amar a su padre y confiar en él.

Salio del despacho y se dedico a buscar empleo. Analizo varias propuestas, y al final decidió probar en el arte de construir cómodas y acogedoras viviendas. Analizo que esta destreza fortalecería sus músculos, le daría oportunidad de permanecer más tiempo al aire libre, y sobre todo, reportaría enorme satisfacción al saber que cada hogar seria un nido de amor y protección para una nueva familia.

Pronto se percato, que aunque realizara un máximo esfuerzo, no siempre las ganancias del empleo lograba cubrir sus gastos. Era entonces un alivio correr a su amoroso padre para que le ayudara a comprar lo que hacía falta, ya fuese un par de zapatos, comida extra, completar el dinero para adquirir un automóvil, o cualquier otra cosa.

Transcurrió el tiempo. Isaac conoció a una chica encantadora y formo su propia familia, pero la relación fluida y estrecha con su padre se mantenía intacta y fluida, e igual podía contar con total apoyo económico.

Un día, el padre se reunió con su hijo en el despecho, a petición de este. Isaac aprovecho entonces para contar a su padre todas las carencias y dificultades económicas por las que estaba atravesando. Le rogo que colocara en sus manos la suma de un millón de dólares para fundar su propio negocio, y así, en su limitado tiempo, no tener que correr a su lado para pedir su constante ayuda.

El padre lo miro a los ojos. Comprendió lo que eso significaba, pero aun así consintió en acceder al pedido de su hijo. Fue a la caja de seguridad donde guardaba el dinero, extrajo la suma de un millón de dólares, y la coloco en manos de su amado Isaac. Se despidieron con el acostumbrado tierno abrazo, y el joven feliz con la suma millonaria, se encamino a su casa.

Con tanto dinero a su disposición se creía ahora muy afortunado. En pocos días fundó su propia empresa, contrato varios empleados, pero el mismo supervisaba constantemente cada detalle del negocio. Gracias al millón de papa, todo fluía armoniosamente.

Ahora, cada vez que Isaac necesitaba comprar ropa, zapatos, comida extra, o cualquier otra cosa, ya no tenía que ir a su padre en busca de ayuda, sino que simplemente tomaba dinero y suplía su necesidad.

Con tanto trabajo y suficientes recursos económicos, la relación estrecha entre hijo y padre se fue deteriorando. Por días, semanas, e inclusive meses, Isaac no tenía tiempo ni necesidad de visitar a su papa, que muy triste aguardaba, con el corazón deshecho, que lo fuese a ver siquiera, por un momento.

Tiempo después, en lugar de mejorar la situación, la familia que antes era tan unida, parecía en verdad de extraños.

Al fin, cuando el corazón del padre no tenía cabida para más dolor, envió un mensaje a su hijo para que fuera a visitarlo a la oficina. Con protestas por "falta de tiempo", el hijo no tuvo más opción que ir, y para su sorpresa el amoroso padre lo recibió con el mismo abrazo y ternura de siempre, y sin pérdida de tiempo le informo:

-Querido hijo, espero que comprendas lo que te voy a decir. Recuerdas cuando contabas con pocos recursos económicos? Nuestra familia se mantenía unida y feliz. Celebrábamos juntos cada aniversario, cada día especial. Éramos el uno para el otro. Aunque debías trabajar para mantenerte alejado de tentaciones, aun así, no tenias carencia de nada porque tu padre suplía alegre y abundantemente cada una de tus necesidades. Ahora, sin embargo, nos hemos desligado y apenas parecemos familia. Te ruego hijo mío, que me ayudes a tomar una decisión:

Prefieres que te retire el millón de dólares para lograr rescatar nuestro amor y unidad, o decides continuar la situación actual y finalmente perder la familia, e inclusive, el dinero?

Isaac trago en seco. Entre tanto ajetreo no se había puesto a meditar en la realidad que su padre le mostraba. Tardo tan solo unos segundos en responder.

-Perdóname papa, he sido un necio. Si tener facilidad económica me separo de ti, corro a devolvértela, es más, si me permites, juntos la invertiremos en ayudar a tantas personas que lo necesitan. No quiero perderte a ti, a mi querida familia. Perdóname papa.

Y entre lágrimas, padre e hijo se abrazaron y gracias a Dios se restauro el amor, la paz y la felicidad.

Mi hermano, mi hermana,

Cuántas veces hemos rogado y hasta llorado para que Dios sienta piedad de nosotros y nos prospere económicamente? Quizá precisamente por piedad es que pocas veces accede a nuestro deseo. No todos soportan la prueba de tener recursos.

Tal vez la primera cosa que se quiebra entre Dios y nosotros, es esa relación hermosa y dependiente. Si tengo dinero y un negocio floreciente, pues no tengo necesidad de decir: "Padre Celestial, envíame por favor un nuevo par de zapatos porque los anteriores ya se rompieron", o cualquier otra cosa, sino simplemente vamos y lo compramos, y creemos que lo conseguimos por nuestro propio esfuerzo. Y entre tanto quehacer, apenas si tenemos tiempo para saludar un minuto al Padre amante.

Si al igual que la mayoría de las personas te ves privado de soltura económica, si tus recursos son pocos, agradece a Dios. Eso no significa que serás abandonado a perecer por hambre. Eso significa que tu multimillonario Padre Dios se mantendrá muy cerca de ti supliendo todas tus necesidades. El tiene el dinero y sabe cuán peligroso es colocarlo en tus manos, porque número uno, podemos alejarnos poco a poco de él. Número dos, podemos emplearlo demasiado egoístamente, para nuestros propios intereses y así causarnos un enorme problema el día que seamos llevados a rendir cuenta de la forma en que manejamos el dinero de Dios. Tercero, puede conducirnos a ser demasiado terrenales y perder de vista la Salvación y grandísimas ventajas celestiales. Cuarto, ....

El Padre celestial es muy Sabio. El te Ama. Si te permite más o menos prosperidad, confía en él, porque una cosa nunca hará, y es abandonarte a tu propia necesidad. Todo lo que no alcances a suplir, después de haber hecho lo mejor de tu parte, Dios, con infinito Amor, lo hará en respuesta a tu oración.

Recuerda: todos nosotros somos ricos y multimillonarios. Unos pocos soportan la prueba y pueden heredar aquí en la tierra parte de sus riquezas, pero ellos, si son fieles, y nosotros, si también lo somos con nuestros limitados recursos, recibiremos la eterna herencia.

Mientras tanto repasa con frecuencia las sabias palabras de Jesús: "Difícilmente un rico entrara en el reino de los cielos"

Agradezcamos la misericordia de tener lo que tenemos. Y si nos dan mas, administrémoslo sabiamente para gloria de Dios.

La bendición del cielo te colme,