martes, 17 de febrero de 2009

"Los Musulmanes en la Profecía." Un análisis de los musulmanes a la luz de la historia y de la profecía bíblica(I PARTE)

Dr. Alberto R. Treiyer www.tagnet.org/distinctivemessages PARTE I Hace unos años atrás estaba dando conferencias en la ciudad de Coatzacoalcos, México. En un momento de preguntas, una persona levantó su mano y me preguntó: “¿Hay algún lugar en la profecía que hable de México?” En el acto le respondí: “Sí. En Apoc 18:1: ‘Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y la tierra fue iluminada con su gloria’. México está en la tierra, por consiguiente, la predicación del evangelio final en México forma parte de esta profecía”. Los árabes también están en la tierra. Sus países recibirán igualmente el impacto de la proclamación del mensaje final, en relación con la caída de Babilonia. No obstante, para los que se preguntan sobre las profecías con respecto a los árabes, podemos darles noticias más precisas de lo que la Biblia dice de ellos. 1. La primera profecía del Antiguo Testamento sobre los árabes. Es sabido que los árabes provienen de Ismael, el primer hijo de Abraham. Por esta razón, hasta el Corán venera al padre de los judíos y cristianos. Mientras que los judíos y los árabes lo reconocen como padre carnal, los cristianos lo reconocen como “padre de la fe” (Jn 8:39,58; Gál 3:6-9). Aunque con los siglos, el idioma hebreo y el árabe evolucionaron en forma diferente, su parentesco ha servido para que los intérpretes de la Biblia busquen en la lengua árabe raíces semejantes, especialmente en relación con términos que se perdieron con el uso, y resultan difíciles de entender. ¿Qué dijo el Señor con respecto a Ismael, en referencia a su innumerable prole? (Gén 16:10). “Será hombre arisco, su mano será contra todos, y las manos de todos contra él. Y habitará ante todos sus hermanos” (Gén 16:12). Así se revela su carácter obstinado que desembocó tan a menudo en fanatismo, especialmente después de Mahoma. 2. Las únicas profecías del Nuevo Testamento sobre los árabes. Las únicas dos profecías del Nuevo Testamento acerca de los árabes se encuentran en Apoc 9. Irrumpieron en la historia occidental abruptamente en el S. VII, de una manera tan dramática y significativa, que ya para el S. VIII, Beato, monje español, pudo identificar sin problemas el símbolo de las langostas de la quinta trompeta en los árabes sarracenos. Para ese entonces, la expansión musulmana había logrado cubrir el norte de Africa, el Cercano Oriente y España. Muchos intérpretes lo siguieron en esta interpretación, aún durante la época de la Reforma, como Lutero y Bullinger. Este último, ya en la segunda mitad del S. XVI, distinguió en forma notable a los dos grandes movimientos expansionistas de los musulmanes. Los árabes sarracenos y los turcos otomanos se veían representados en la quinta y sexta trompetas respectivamente. Más de cien autores concordaron con él a lo largo de los años, transformándose en la interpretación clásica del protestantismo hasta el S. XIX. En el S. XX, los protestantes abandonaron esa interpretación debido a dos aspectos básicos. El racionalismo imperante en esa época hizo que los intérpretes de la Biblia negasen todo valor trascendental de la Biblia, rechazando sus profecías, y adoptando el principio preterista que consiste en confinar todo símbolo del Apocalipsis al primer siglo. El mundo evangélico especialmente norteamericano, por otro lado, continuó reconociendo la intervención de Dios en la historia profética, pero abandonó también el historicismo, reemplazándolo por el futurismo que consiste en confinar todo cumplimiento de las profecías hacia el fin del mundo. Mientras que los preteristas son escépticos, los futuristas tienden a ser extravagantes y fanáticos en sus interpretaciones. 3. Los historicistas del S. XX. ¿Qué es el historicismo? En materia de interpretación profética, significa creer que Dios dio a su iglesia una orientación profética no sólo para el comienzo de la dispensación cristiana, ni tampoco únicamente para el fin del mundo. Entre ambos polos hay toda una espina dorsal que, de comprenderse bien, permite ver el cumplimiento histórico de Daniel y Apocalipsis a lo largo de toda la dispensación cristiana. Al poder unir los dos extremos del pasado y del futuro en el presente histórico, los historicistas pueden continuar discerniendo en qué momento del reloj profético se encuentran. Jesús dijo, en efecto: “Estoy con Uds. todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat 28:20). Y esto incluye su orientación profética, como en lo pasado (Mat 24-25; 2 Tes 2; Apocalipsis).
Los únicos herederos del historicismo que quedan a partir del S. XX son los Adventistas del 7mo. Día. Aunque confrontados de tanto en tanto con intentos de penetración preterista y futurista, siguen aferrados al único método serio y viable que la Biblia da para comprender sus profecías. Dejar de serlo sería suicida, ya que los llevaría a negar ser el remanente anunciado en Apoc 12:17, con la misión divina de proclamar los últimos tres mensajes angélicos que debían darse al mundo (Apoc 14:6-12). Estamos condenados a mantener el historicismo como principio de interpretación profética, o de lo contrario, perder nuestra identidad para ser asimilados por la Babilonia moderna, como está ocurriendo con las demás iglesias protestantes y evangélicas. En efecto, los protestantes salieron de Roma gracias a que captaron que la mujer ramera de Apoc 17 era la Iglesia Católica Romana. En un intento de esquivar el golpe, dos intérpretes católicos introdujeron la interpretación preterista (J. Henten, 1547; Luis de Alcázar, jesuita, 1614) y la futurista (Francisco Rivera, jesuita, 1590). ¿Habría de extrañarnos que, al ir abandonando el historicismo en el S. XX, tanto protestantes como evangélicos hayan estado siendo asimilados, poco a poco, a la gran Babilonia? Esa será la suerte de todo aquel que, entre nosotros, caiga también en la tentación de seguir a los que han perdido el rumbo en materia profética.

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