martes, 20 de septiembre de 2011

Flores en medio de la nada


Las lluvias de julio dejaron  en las cercanías de la ciudad de Antofagasta (donde vivo) un espectáculo muy hermoso. En partes desérticas, entre la arena y las piedras se podían apreciar hermosas flores amarillas, blancas y lilas (la foto de arriba lo atestigua). Solo un poco de agua bastó para que aparecieran en todo su esplendor junto a un moteado verde que disparejamente también se observaba. Este cuadro, no muy común, me hace pensar en los milagros de Cristo, quien de la nada podía traer vida a personas moribundas, ciegas, cojos y mancos. Solo bastaba un toque, una palabra e incluso un mirada para hacer el milagro.

Una de las miradas más penetrantes de Cristo se encuentra en la historia del joven rico, especialmente en el evangelio de Marcos, donde único se encuentra esta parte. En el capítulo 10 y versículo 21 se relata que Jesús le miró, miró a un hombre con muchas posibilidades y dones, un hombre que realmente podía ser una gran bendición. Su mirada no fue de reproche, porque podía haberlo hecho, pues ese joven fanfarroneaba de su justicia propia. Su mirada penetrante, tal como lo confirma el término griego usado "emblepo" escaneó su corazón y le desnudó. Es difícil esconderse de Aquel que todo lo escudriña y conoce, es imposible pasar inadvertido ante los ojos de Jesús, que nadie piense que puede contarle un cuento al Salvador y agarrarlo de sorpresa. Las ambiciones de este hombre poderoso se mantenían ocultas, pero no funciona esconderla de Jesús. La careta se le quitó y él tuvo su oportunidad, pues Dios le amó.
Es compleja la vida de alguien influyente, pues según los parámetros humanos, puede conseguir cualquier cosa, sin embargo, es pobre ciego, desventurado, desnudo, que necesita la intervención del cielo. Jesús lo amó, percibió detrás de todo el montaje de apariencia angelical, un gran diamante para pulir. Pero tristemente en ese desierto corazón, porque eso es el egoísmo, no pudo germinar ninguna flor, ni aún regada por Jesús. Es lamentable perder una buena oportunidad en la vida, a veces, nos trae consecuencias dolientes que nunca más se recuperan, pero en el aspecto de la salvación perder esa oportunidad realmente es una verdadera desgracia. Los ojos de Dios estan abiertos, para ver nuestro pecado, pero también para traer el perdón, la esperanza y el amor ¡No le tengas temor a su mirada!

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