sábado, 29 de enero de 2011

El C.A.E

REFLEXIONES DE LA HERMANA ARELYS
Arelys escribe desde Estados Unidos


La C.A.E

Casi amanecía en el Planeta Tierra. Eran exactamente las 5:00 am. La luna plateada aun delineaba el contorno de cosa o lugar. Las aves dormían un poco más antes de ejecutar sus coros matutinos. Alguna que otra vez un desvelado perro ladraba a un grillo cantor. La mayoría de las casas se mantenían en penumbras. A lo largo de las calles el silencio era casi absoluto, excepto unas pocas pisadas de angustiadas personas que se dirigían al Centro de Ayuda Especializada (por sus siglas C.A.E.)

La CAE era un inmenso edificio, altamente profesional, con capacidad ilimitada para recibir y atender clientes, que permanecía con sus puertas abiertas al público las veinticuatro horas de cada día. Cualquier problema que una persona tuviese, sin importar su índole o dimensión, podía ser solucionado en la CAE. Ya fuese pérdida del empleo, deficiencia de salud, dificultades maritales o familiares, trastornos de la personalidad, limitaciones económicas o alimenticias, síndromes depresivos, carencias afectivas, en fin, sea cual fuese la problemática del cliente, seria atendida y resuelta en este especializado lugar. Lo mejor? Sin costo alguno, libre de honorarios, y se podía asistir sin previa cita, de día o de noche.

Maravilloso, ¿no crees?

Esa madrugada en especial, a las 5:00 am, unos pocos clientes dirigían apresurados sus pasos al CAE. Iban con almas angustiadas, cada uno sintiendo en su pecho la asfixia de su propia calamidad. Los vi entrar, y unas horas más tarde, de regreso a casa, lucían rostros tranquilos, satisfechos y serenos. Más, esa noche, asomándome a cientos de hogares, contemplé cosas en verdad sorprendente. La mayoría de las personas no podía dormir a plenitud. Las sabanas revueltas denotaban la intranquilidad de sus almas deshechas por crisis no resueltas.

Como entender que un pobre humano duerme cuando, si corriese por ayuda ¿podría después descansar sereno? Regresando al Edificio de CAE, aguarde a los próximos acontecimientos. A las 6:00 am, unos pocos afligidos asistieron, y veinte minutos más tarde regresaban con, quizá en algunos casos, un cincuenta por ciento de tranquilidad.

A las 7:00 am, y más aun a las 8:00 am, en verdad me alarme. En su mayoría eran clientes con enormes carencias de todo tipo, que corrieron al CAE y apurados, con su cartera o maletín en mano, aun sin saludar, vociferaron de pie en la misma puerta: "Tal y tal es mi necesidad. Por favor ayúdeme", y, sin esperar respuesta o asistencia, se dirigieron en frenética carrera, con almas vacías, a sus lugares de trabajo.

Apenas lo podía creer. ¡Oiga, la ayuda era gratis, el trato profesional y el problema resuelto!

Adentrándome al Edificio, en uno de sus cuartos, vi un cliente que me llamo la atención. No lo había visto entrar ni siquiera a las 4:00 am, o a las 5:00, cuando unos pocos comenzaban a llegar. Con curiosidad pregunte al Asistente de que se trataba, y gentilmente me explico que había llegado la noche antes con pesada carga en su espíritu, necesitando consejo, orientación y fortaleza, porque el siguiente día debía enfrentar serias decisiones, y seria expuesto en pesadas situaciones.

Minutos después vi salir al cliente que había permanecido toda la noche en el CAE, y me asombré ver su rostro, que antes era tenso, poblado de la más profunda confianza y plena paz. No parecía cansado, por el contrario, caminaba erguido, con firmeza y seguridad. Hasta una tenue y dulce sonrisa se asomaba entre sus labios. Iba listo a vencer. Bendito sea Dios por el privilegio de la Oración. Con solo dirigirte a tu Padre Dios, en absolutamente cualquier momento o lugar, serás escuchado y ayudado.

Excepto en una emergencia, no puedes resolver las crisis de tu vida en una plegaria de dos minutos. Peor aún, cuando solo tú hablas y ni siquiera le das oportunidad a tu Padre para decirte tiernamente al oído: "Gracias hijito por contarme. De cierto que te ayudare". La diferencia entre Jesús y sus discípulos antes de los acontecimientos del Calvario, es simplemente enorme. ¿Por qué? Mientras ellos pasaban el día peleando o en sus asuntos, y la noche durmiendo, Jesús dedicaba bastante tiempo a orar, inclusive noches enteras. He ahí el secreto de su triunfo diario.

Después que Jesús regreso al cielo, los discípulos por cuarenta días estuvieron orando y arreglando sus diferencias, y en poco tiempo el éxito corono todos sus esfuerzos. Me pregunto, cuántos dilemas tendrías sin resolver, cuantos conflictos sin solucionar, cuanto del carácter por mejorar, cuantas sabias decisiones por tomar.

¿Consejo? El CAE espera por ti. Ve y Cae ante El. Ve ahora. Da por hecho que te atenderán con el mayor Amor del mundo.

Éxitos y bendiciones,

Arelys.

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