viernes, 16 de octubre de 2009

Manso, no menso!


La palabra a relucir es una de las menos usadas para cuando se elogia a alguna persona, esta es “mansedumbre”. Y esto viene por el hecho de que es mal vista por ciertas implicancias en el dialogo cotidiano. El vocablo mansedumbre implica cierto servilismo con el que nadie se siente honrado, es la imagen de una persona sumisa y muy poca ejecutiva. La otra cara tampoco es muy apreciada pues muestra una pasividad que sirve demasiado poco en este mundo.


Manso, “praus” en griego, a diferencia de su apreciación en el ámbito popular, es uno de los términos mas elevado del vocabulario ético. Aristóteles la consideraba una virtud, y la ejemplificaba como el término medio entre dos extremos. Por un lado esta el defecto y por el otro el exceso y en el medio la virtud. Ejemplo: un hombre derrochador (defecto) y el extremo sería un hombre avaro. Pues bien, manso, sería la virtud que pone el equilibrio al medio. Una ira excesiva, muestra el defecto, la impasividad, el extremo, y la mansedumbre lo justo consonante.

El significado de prautes no se expresa fácilmente en castellano, no hay una traducción menos expuesta a objeciones que «mansedumbre»; se ha sugerido «gentileza», pero prautes describe una condición de mente y corazón, y, como «gentileza» es más bien apropiada a acciones, este último término no es mejor que el primero. Por ello, se tiene que comprender con claridad que la mansedumbre manifestada por el Señor y recomendada al creyente es resultado de poder. La suposición que se hace comúnmente es que cuando alguien es manso es porque no puede defenderse; pero el Señor era manso porque tenía los infinitos recursos de Dios a su disposición. Descrita en términos negativos, la mansedumbre es lo opuesto a la afirmación propia y al propio interés; es una ecuanimidad de espíritu que ni se entusiasma ni se deprime, simplemente porque no se ocupa en absoluto del propio yo.

Mansedumbre no solo en el comportamiento externo de la persona; ni tampoco en sus relaciones con sus semejantes; tampoco se trata meramente de su disposición natural. Más bien es una obra efectuada en el alma; y se la ejerce en primer lugar y ante todo para con Dios. Es aquella disposición de espíritu con la que aceptamos sus tratos con nosotros como buenos, y por ello sin discutirlos ni resistirlos. Podemos decir “feliz el hombre que sabe enojarse cuando corresponde y que nunca se enoja cuando no corresponde”. Surge una pregunta ¿cuando corresponde y cuando no corresponde enojarse? Respondemos “nunca corresponde enojarse (ira egoísta) por insultos o ofensas que recibamos nosotros mismos, siempre enojarse (ira altruista) cuando se ofende a otros”.

Praus equivale al animal domesticado que era educado para que obedeciera la voz de su amo y las riendas. Es el animal que ha aprendido a aceptar el control del hombre. Dichoso el hombre cuyos instintos, pasiones, impulsos están bajo control, ha aprendido a dominar. Este es el hombre gobernado por Dios en el servicio a Dios encontramos la perfecta libertad. La mansedumbre desplaza por completo al orgullo. Sin humildad no puede aprenderse nada. El primer paso hacia el aprendizaje es la humildad de reconocer nuestra ignorancia. Sin humildad no puede haber verdadera religión, porque toda religión comienza con la conciencia de nuestra debilidad y necesidad de Dios.

El que se entrega a Dios obtendrá la mansedumbre que habrá de capacitarlo para heredar la tierra. “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”


3 comentarios:

Burburella Make Up dijo...

Hola Reuel
Está buena tu página
Buenos temas
Sigue con ella
Saludos a Aymara
Natalia Monsalve

Unknown dijo...

gracias Natalia! el blog me ayuda a mantenerme actualizado en el aspecto teológico. muchos saludos para ti, Francisca, Fernando y Felipe. sigue pintando tu mamá?, yo añoro mucho eso!!!!

Anónimo dijo...

Couldnt agree more with that, very attractive article